Serenas reflexiones políticas
Entre los mejores consejos que he recibido en mi vida para navegar por los procelosos mares políticos, están los del sosiego y la ponderación ante la toma de decisiones.
Ya, pero en la vida también aparecen imprevistos que requieren soluciones urgentes, argumentará cualquier discrepante racional.
Sumario: Aportaciones y valoraciones sobre nuestra democracia a partir de lo visto y vivido durante las elecciones del 23J
Destacado: Precisemos que en el debate correcto no se plantean ganadores ni perdedores: se convence, o no se convence. En palabras simples: el éxito está en las razones expuestas
Cierto, habrá que responder, pero para eso también están las normativas de “emergencia”, que han sido elaboradas con el más atinado reposo.
Hay recetas políticas de veinticuatro quilates: “Con los afines cordialidad y afecto, y con los adversarios -que no enemigos- exquisito respeto y consideración”. Vale también un platal el viejo consejo familiar de que “no se debe señalar a nadie con el dedo”. Elemental regla de urbanismo, que se puede y debe extender a la lengua y la palabra. Una vez más confesaremos que todos nos equivocamos, pero también hay que dejar claro, que eso no justifica el uso de la equivocación continua para justificar el blanqueo de mentiras en presuntas verdades, ni para camuflar la “obstinación” que supone mantenerse en las ideas propias sin atender a otros argumentes o razones, sin plantearse las consecuencias de fosilizar los criterios propios. En líneas generales, cualquier persona de buena fe acepta un protocolo ratificado por la Historia que, ante cualquier alternativa importante, recomienda proceder en este orden: Informaciones previas, diálogos, y reflexiones antes de actuar ponderando cuidadosamente las consecuencias y responsabilidades que entrañan las diversas alternativas posibles. Los criterios a evaluar han de estimarse en plena reciprocidad, es decir, no se pueden valorar con la “ley del embudo”.
En los debates políticos, se han de contemplar con respeto todos los criterios expuestos, y exigir que sean basados en “razones” concretas. Es claro que los debates requieren el arbitrio procedimental de un moderador justo, objetivo, resolutivo y conjuntamente aceptado, que haga respetar las normas y los tiempos. Son inadmisibles las intervenciones fuera del turno de la palabra, lo que no resta oportunidad a los objetores, que, tras tomar notas, podrán hacerlo en el suyo. En resumen: tiempos iguales, sin cortes improcedentes, y expresiones orales y gestuales correctas. Es una vieja y extendida técnica intolerable, de los que no pueden ofrecer razones aceptables, la interrupción reiterada y la elevación de su voz para hacer inaudible el discurso ajeno. En estos casos, el moderador ha de ser implacable cortando de inmediato la intervención obstructiva. Precisemos que en el debate correcto no se plantean ganadores ni perdedores: “Se convence, o no se convence”. En palabras simples: “El éxito está en las razones expuestas”. En una democracia correcta, los debates serios llevan a la formación de Gobierno. Y una democracia auténtica es aquella en la que el poder es ejercido por políticos respetables, libremente elegidos por los ciudadanos (sin manipulaciones, nepotismos, ni demagogias), por tiempos y legislaturas limitadas por la Ley. Concretamente, ya hace unos dos mil quinientos años, Confucio y Aristóteles precisaban que los políticos debían ser elegidos entre ciudadanos dignos, preparados y con trayectorias personal y pública ejemplares; respetuosos con las leyes vigentes, y especialmente con la Constitución o ley fundamental. Esta tarea de control previo recae en España en el Ministerio del Interior, y la demanda la Constitución Española., que en su artículo 6° prescribe: “En su constitución, y en el ejercicio de su actividad, (los partidos políticos) son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. En otros momentos y países, se requiere acreditar también antecedentes penales negativos. Algunos ciudadanos se preguntan consecuentemente si un partido que se autodenomina “republicano” puede ser legal con una Constitución en la que “la fórmula política del Estado es la Monarquía”, como establece el artículo 1 de nuestra Constitución. Las funestas consecuencias de esta manifiesta contradicción podrán verse en el Gobierno poselectoral próximo.
Otros problemas pendientes de resolución son el respeto debido al calendario electoral, con procedimientos vulnerados por flagrantes actuaciones preelectorales, y actuaciones inadecuadas que comprometen la equidad y el respeto a la Ley. Tampoco tiene sentido que en pleno periodo electoral, uno de los partidos contendientes permanezca en el Poder y ofrezca prebendas inasequibles para otros; máxime cuando existe máxima facilidad de que el Jefe del Estado pueda asumir temporalmente la Jefatura del Gobierno en ese periodo crítico. Una vez más, es oportuno recabar el más exquisito respeto a la información de los ciudadanos y organismos pertinentes, que se puede centrar en la reiterada expresión: “Sin Prensa libre, no hay democracia”, y que se ha de extender a todos los medios de comunicación social. Para terminar, quedan otros “descuidos” a la Constitución que pueden afectar gravemente a la ordenación jurídica (indultos), la seguridad ciudadana (tráfico de drogas), la propiedad privada (okupas), controles de acceso a España (inmigraciones ilegales), y política exterior (opacidad e inconsecuencias con compromisos internacionales). Visto que el día 25 de julio no se puede precisar aún quién va a gobernar este país, tras las elecciones del 23, como explican políticos extranjeros que no saben a qué candidato deben felicitar, debemos convenir que el procedimiento electoral debe formalizarse de manera seria y eficaz, para evitar problemas ulteriores, recurriendo a normas como la “segunda vuelta” entre los dos candidatos más votados en circunscripción única, con el fin de evitar la reiteración de conflictos tan ridículos como los que ahora padecemos, que nos mantienen pendientes del acuerdo o repulsa de individuos que hoy se encuentran fuera de la Ley o cuestionados por ella. Paz y Ciencia para todos.
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