A las rebajas de agosto sigue la cuesta de enero
En estos días se anuncian gratis las rebajas, perdón, las revoluciones: "Nosotros cambiaremos esto", "nosotros os daremos aquello". "Agotadas las revoluciones, nos queda el conformismo", decía un experimentado pensador. Yo tengo la sensación de que las revoluciones positivas no logran erradicarse, cambian la historia pero no mejoran el curso de río, ese por donde va el mundo en general. Pongamos un ejemplo: para el mundo, Jesucristo pudo significar quizá la mayor revolución de todas, pero ¿qué han hecho con ella sus autoproclamados representantes?
Se ha utilizado perversamente para la conquista y la sumisión de los pueblos no creyentes, a cargo de seres humanos. O para subyugar bajo el temor a los creyentes. Sin ir muy lejos, todavía recordamos lo que significó en España la Santa Cruzada de Liberación Nacional, "por la gracia de Dios", o la persecución a muerte a los judíos de un líder católico, bajo la enseña de una cruz gamada (esvástica). O de la invasión de Irak con el "Dios salve a América", y podría extenderme hasta el apoyo ortodoxo a Putin, pero no quiero que lleguen los drones con bombas hasta mi calle.
La gente de mi calle no parece desilusionada de cambios revolucionarios. Yo sin embargo espero en una esquina poco transitada una revolución al revés, una que desgraciadamente o afortunadamente afecta a unos pocos: "Por lo tanto, haced por los demás todo lo que os gustaría que hicieran por vosotros. De hecho, en eso se resumen la Ley y los Profetas. "Entrad por la puerta angosta, porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mateo 7:12-14).
Sí, un camino para pocos porque es poco apetecible, el de los límites morales, el de la generosidad y el verdadero amor por los demás, aunque cueste tiempo, dinero y algún sufrimiento. Desde luego no cabe como propaganda, porque no hay rebajas para la justicia y la verdad, pero esos son los valores que como una maravillosa revolución nos cambiarían la vida. Cueste lo que cueste, nunca será el alto precio que hay que pagar por las "revolucionarias" rebajas del sistema, sino para que el ser humano encuentre su camino natural, uno despejado de comisionistas y su mundo contaminado. Aún podemos enamorarnos de esa revolución.
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