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Valdediós, un contrapunto

8 de Febrero del 2009 - Víctor Guerra (Gijón)

A estas alturas de la película terminaremos no sabiendo a quién o a quiénes

se debe agradecer los trabajos y los méritos de reconstruir o renovar

el cenobio de Valdediós, puesto que se viene escribiendo acerca de la gran

labor de recuperación del monasterio de Valdediós por parte de la pequeña

comunidad cisterciense que se instaló en el antiguo monacato villaviciosino.

Y eso hay que decirlo, alto y claro, la recuperación del monasterio de

Valdediós vino de la mano de uno de los mejores proyectos que hubo en ese

momento, "las escuelas taller", en las cuales, en el caso de Asturias, el

Gobierno regional invirtió muchos esfuerzos y economías, y formó con ellas

a muchos jóvenes en las especialidades más diversas.

Por tanto, al César lo que es del César, la gran obra de la restauración se

debe al esfuerzo, por un lado, del Gobierno del Principado de Asturias y, por

otro, a la labor callada y eficaz del conglomerado de gentes y técnicos que

estuvieron en el proyecto de reconstrucción del monasterio de Valdediós.

A resultas de lo cual se editó una interesante memoria, muy interesante y

eficaz para desmemoriados y para los que intentan reescribir la historia,

ya que en dicha memoria se narran de forma pormenorizada todo el desarrollo

del proyecto, los encuentros y desencuentros que mediaron, o algunos de

ellos; otros quedarán en las intrahistorias del proyecto, que desveló a

muchos y sacó canas a otros cuantos, dadas ciertas exigencias yo creo que

poco evangélicas que mediaban en el asunto.

Por tanto, la comunidad del Císter instalada en Valdediós tiene el mérito de

traer de nuevo a la región el espíritu cisterciense, que para los que

gusten de esas cosas, pues bien, pero de ahí a magnificarles como la gran

aportación cultural a Asturias o hacerles aparecer como los grandes

artífices de la restauración del monacato, o de la formación de los jóvenes

que participaron en el proyecto de restauración, media un buen trecho, que

además no obedece a la verdad.

No voy a juzgar la actuación de una comunidad religiosa que se rige por

otros cánones diferentes a los del resto de los mortales, ni a sus

logros o fracasos como comunidad, ellos sabrán qué han hecho, como les

ha ido su proyecto y por qué se toman estas decisiones, o por qué se dejan

de tomar; cada cual que haga su particular juicio.

Pero sí creo que los entes culturales y algunas personalidades que clamaban

por un apoyo sin ruptura a la comunidad o hacia un intenso llamado para

hacer patente la disconformidad con las decisiones que se han tomado en las

instancias religiosas debieran hacer un juicio crítico sobre las

aportaciones reales y patentes de tal presencia en el seno de la sociedad

asturiana, amén de que nos cuesta unos buenos duros su presencia; acerca de

las aportaciones espirituales y religiosas, nada diré, pues hay quien las

juzga, creo que aquí y en el otro mundo, y no me conciernen. Allá la

Iglesia y los creyentes.

Pero no se puede hacer de agorero en tanto que hay quien afirma que sin la

comunidad del Císter Valdediós se hunde. Ante ello creo que se debiera

reivindicar no la presencia de unos o parapetarse contra otros, sino en

reflexionar en que se puede hacer con un equipamiento como Valdediós, tal

vez pudiera ser la sede de un alto instituto de estudios rurales, ahora que

tanto hablamos de las Asturias agropolitana, o albergar otro organismo que

fuera un centro de conocimiento y estudio dedicado al románico astur.

Son posibilidades tan dignas como la propia presencia del monacato, y no

creo que por esa marcha se pierda todo, como algunos ya prevéen; habrá que

ver de quién son algunas cuestiones como la biblioteca, u

otras pertenencias y dependencias, pero debe quedar claro que

Valdediós no es un bien eclesial al uso, y si lo fuera será competencia

entonces de los estamentos religiosos, pero entonces habrá que preguntarse

sobre las inversiones seculares, sus repercusiones y sus consecuencias en el

bien de la sociedad en general.

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