Vuelve la Sepulvedana
Una aciaga tarde, el 23 de febrero del 81, doscientos guardias al mando del coronel Tejero se apeaban de los autobuses de la Sepulvedana para tomar por asalto el Congreso de los Diputados. A la mañana siguiente, los guardias se apeaban de nuevo. Esta vez por las ventanas del Congreso. Tejero fue juzgado por rebelión y condenado a treinta años. Salió de la cárcel en libertad condicional 15 años y 9 meses después. La asonada del 23F puso fin al “ruido de sables” que, como una vibración de fondo permanente, estremecía los cimientos de la naciente democracia. Entramos en la OTAN y fuimos recibidos en lo que se terminó llamando Unión Europea.
La democracia quedaba consolidada pero la Constitución del 78, condescendiente con los nacionalismos, toleró un dispositivo (la representación de los separatistas en las Cortes) que, manejado con deslealtad, terminaría siendo una carga de profundidad susceptible de volar al conjunto del sistema. La deslealtad operó desde el principio. De forma cruenta en la facción más irredenta del nacionalismo vasco; de forma más taimada, en otros estratos del nacionalismo vasco y catalán. Parafraseando al poeta, podría decirse de la España constitucional que “un carnívoro cuchillo, de hoja aleve y homicida, picotea en su costado y hace en él un triste nido”.
El nacionalismo catalán pasa a la ofensiva y rompe ostensiblemente la baraja: leyes de desconexión, referéndum, declaración de independencia. El Estado aplica el 155 y procesa a los sediciosos. Europa no extradita a los fugados e incluso los admite en el Parlamento Europeo (buenos sueldos e inmunidad). Aquí, los oportunistas, disfrazados de progres, claman contra “la judicialización de la política”. Cobarde falacia, pues es obvio que lo que juzgan los tribunales no es la política sino delitos gravísimos contra el orden constitucional. Sánchez saca de la cárcel a los procesados (indultos) porque los necesita; y los inocenta derogando la sedición y trampeando con la malversación para incorporarlos a su política.
El Gobierno de coalición PSOE-Podemos acaba de sufrir (28M) una derrota sin precedentes que lo desaloja masivamente de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas. Sánchez, derrotado el 23J (16 diputados menos que Feijóo), pretende mantenerse a flote declarando reaccionarios y fascistas a los 11.292.062 electores de derechas con sus 170 diputados, mientras declara progresistas a los 24 diputados nacionalistas, incluidos los 7 de Puigdemont: “Afortunadamente Puigdemont, que era un problema para España, es hoy una anécdota”. O sea, la solución.
Veinticuatro, exactamente los que necesita para la mayoría. El fugado se hace de rogar, forma muy interesada de dejarse cortejar: “¿Qué incentivo tenemos nosotros para hacer primer ministro a un mentiroso y un incumplidor?”. Esa retórica galante no disuade a Sánchez; si la palabra de Puigdemont era ayer “papel mojado”, hoy ya ha puesto a secar ese papel. Lo que va camino de ser papel mojado es la Constitución. ¿No la tiene Conde Pumpido a remojo?
Federalismo asimétrico, condonación de deuda, consultas vinculantes (o de las otras). Demolición indolora del régimen del 78. Un asalto, sin guardias ni tricornios, a la soberanía. La Sepulvedana ha vuelto para quedarse porque siete millones y pico de electores consideran de progreso la asociación de un truhan con una banda de salteadores.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo