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Tan sorprendente como esperanzador

15 de Agosto del 2023 - Carmen González Casal

Gugleando estos días me topé con unos datos tan sorprendentes como esperanzadores. La Jornada Mundial de la Juventud celebrada este fin de semana en Lisboa -ese encuentro del Papa con jóvenes de todo el mundo que inicio Juan Pablo II en 1984- reunió en su acto central a 1.500.000 de jóvenes de 55 nacionalidades, donde 151 países estaban representados, con 354.000 peregrinos inscritos, de los cuales 77.224 son españoles, con 25.000 voluntarios registrados, 8.831 familias de acogida en las diócesis de Lisboa, Setúbal y Santarém. Acontecimiento de tal magnitud que concitó a 5.000 periodistas y que obtuvo una respuesta impecable por parte del presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa.

Varios motivos aguzaron mi curiosidad periodística y seguí por YouTube los momentos clave del macro evento. De un lado, el recuerdo de mis años mozos siguiendo a Juan Pablo II por Santiago o Częstochowa. También mi preocupación por el confuso devenir de nuestra descreída sociedad donde los jóvenes crecen y se nutren de una existencia que “con demasiada frecuencia se siente frenética y a la deriva”, como leí no hace mucho en un artículo de Marian Salzman, la gurú de Philip Morris, analista de tendencias.

Sin embargo, me encontré con miles de jóvenes, chicos y chicas, multicolores de rostros y vestimentas; jóvenes diversos, sin un patrón común, algunos pijos, en su mayoría alternativos, que, a pesar de llevar días peregrinado en condiciones precarias, saben disfrutar del momento sin apear de su rostro una sonrisa franca, atrayente, aunque a veces empañada por las lágrimas que surgen de la emoción ante el cambio de una vida insulsa o dominada por las drogas o el sexo, a otra con sentido, como muchos resaltaban en sus testimonios tremendamente espontáneos e inspiradores. Jóvenes bulliciosos, ruidosos pero con un fondo interior que los lleva a permanecer en un silencio clamoroso, que sobrecoge, cuando toca adorar a Dios hecho pan.

Sumario: A propósito de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Lisboa

Destacado: Jóvenes que piensan en grande, con mirada de gigante, capaces de recorrer miles de kilómetros para encontrarse no precisamente con una estrella del pop, el reggaeton o el trap, sino con un anciano de 86 años, el Papa Francisco

Confieso que iba con el prejuicio de encontrar actitudes o respuestas ñoñas, pero nada más lejos. Con una naturalidad pasmosa, en un marco de profunda libertad, nos demostraron su fe con autenticidad, sin miedo, valientemente, con esa alegría que brota de lo profundo de un corazón rebelde pero que late en paz y reza por la paz, como lo hicieron el pasado sábado en la explanada de Fátima.

Jóvenes que piensan en grande, con mirada de gigante, capaces de recorrer miles de kilómetros para encontrarse no precisamente con una estrella del pop, el reggaeton o el trap, sino con un anciano de 86 años, un hombre en silla de ruedas que podía ser su abuelo, en el que ven a Pedro, al que hace las veces de Jesucristo en la Tierra.

Y, de repente, ese hombre de 86 años, el Papa Francisco, se convierte en un joven más que con gran sencillez entabla un diálogo directo, honesto, retador, tan exigente como atractivo, amable pero no condescendiente, en el que Francisco les previene contra las falsas idolatrías, la prepotencia o la comodidad. Un diálogo en el que esos chicos y chicas congregados en el lisboeta “Parque del Tejo” se sienten interpelados para hacer de sus vidas un servicio alegre y comprometido con los demás.

Tras ese zapeo para ver de primera mano esta nueva edición de la JMJ, me siento esperanzada. Frente a jóvenes violentos, esclavizados por el consumo de drogas o alcohol, con serios problemas de comunicación o adaptación que, tristemente, les llevan en muchos casos al suicidio, me encontré con una ingente cantidad de chicos y chicas -muchos adolescentes, otros quizás en sus primeros años de profesión- alegres y dinámicos, comprometidos con las buenas causas, pacíficos, valientes, sin miedo a trasgredir lo políticamente correcto, que viven y trasmiten sin complejos su fe, aunque su práctica no esté de moda.

Muchos coreaban con frecuencia: “Esta es la juventud del Papa”. Me quedo con esa juventud. Ojalá muchos jóvenes se unan a estas atractivas opciones de vida.

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