Furia en las ondas (II)
Movistar emite ahora tres capítulos de una nueva serie titulada “Supergarcía”, dos años después de la emisión de otra serie anterior, “Reyes de la noche”, que parece que no convenció a ninguno de los dos supuestos protagonistas.
En esta nueva serie, cuentan cómo llegó a los medios José María García, a finales de los años 60, con un estilo atrevido, airado, fogoso y provocador, que cuestiona el orden establecido y cambia el panorama de la prensa deportiva española; una influencia que perdura desde hace décadas y cuyos rescoldos afectan a muchos tertulianos y a bastantes usuarios de las redes sociales.
El periódico “Pueblo” catapultó su figura. En el diario sindical, dirigido por Emilio Romero, comenzó a desarrollar su singular modo de informar: inquisitorio, valiente, populista y mordaz, que triunfó en la radio desde las ondas de la Cadena Ser, primero, y Antena 3, la Cope y Onda Cero, después.
Su trayectoria se convirtió en una metáfora más de las promesas de cambio de la Transición y, como ocurrió en otros ámbitos, su lucha contra el monopolio informativo derivó en duopolio
Desde estos medios, dirigió programas deportivos muy populares con un talante autoritario, a veces despótico, y un protagonismo exacerbado, como en “la noche de los transistores”, durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
García pensaba que su lucha en pos de la noticia era legítima, sobre todo si buscaba la exclusiva, aunque cayeran víctimas inocentes o existieran dudas sobre su veracidad. Su trayectoria se convirtió en una metáfora más de las promesas de cambio de la Transición y, como ocurrió en otros ámbitos, su lucha contra el monopolio informativo derivó en duopolio.
Ahora pretende redimirse de aquellos excesos y espera que analicen su trabajo con benevolencia, incluso por quienes no tuvo compasión desde el otro lado de las ondas; y ni siquiera se resigna a que se juzguen sus méritos -que fueron bastantes- por colegas o personajes que sufrieron muchos de sus embates.
Pero aquellos procedimientos no pueden desligarse de sus efectos: prestigio, poder, influjo y, por supuesto, mucho dinero, y si pasas por la vida como un volcán en erupción, no puedes esperar que sus explosiones queden en simples tremores.
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