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Todo lo material es para uso y disfrute

9 de Agosto del 2023 - José Viñas García (Oviedo)

La sociedad no avanza por buen camino, se envuelve de sensiblería, acomplejada y con grandes condicionantes para la felicidad.

La felicidad jamás está en lo material, en poseer, en ser perfecto... Ya que cuando consiga lo deseado estará deseando más y más. En cuanto a la perfección, es un imposible; todos somos imperfectos.

Todo tiene que tener límite y proporción, ser limpio es sano, ducharse seis veces al día es de paranoicos.

Las cosas materiales deben estar para hacernos la vida más sencilla, no para complicarla.

En este mundo importan solo aquellas personas que nos ayudan a vivir, a estar alegres, nos apoyan y sentimos su presencia como salud personal. No tiene sentido desear y anhelar bienes materiales, seremos esclavos de la avaricia, la envidia, el aparentar... Tengan en cuenta que vivimos cuatro días, todo aquello que no podamos llevar con nosotros no merece más que el uso y disfrute que le demos en vida. Podemos tener de todo lo que nuestra economía nos permita, siempre que eso nos haga felices, pero compartiéndolo con nuestros hijos, familiares y amigos, esa es la verdadera felicidad.

Recuerdo de niños el no poder jugar en el campo de la Iglesia por un cura que decía que rompíamos la pared de la Iglesia, hasta que llegó don Alberto Torga y Llamedo (vive todavía), le mando un abrazo enorme. Un cura joven, hasta nos hizo las porterías, yo fui con él y otros niños a recogerlas en el camión de Fidalgo. Si el balón caía a un huerto lindante, el dueño lo secuestraba y hasta lo rajaba delante de nosotros con la navaja. Años después, ese señor me confesó que tenía ese remordimiento, el haber sido tan cruel con los niños. Tengan en cuenta que por aquella una pelota era un tesoro.

Solo cuando ocurre alguna desgracia o enfermedad de un ser querido nos damos cuenta de que nada importa, nada tiene valor, más que aquellas personas que forman parte de nuestro entorno, familia y amistad.

Tengo un amigo (Pepe), se lo dije muchas veces, que me regaña cuando sube a mi coche, dice que el suyo reluce por dentro y fuera. Le dije que yo no soy un guarro, pero no quiero un coche para ser esclavo de él. Así es con todo, lo que tengamos deberá facilitarnos la vida, no para convertirnos en paranoicos de la limpieza y la perfección. Todo debe tener un límite, y ese es el poder usar todo sin temor a ensuciarlo, estropearlo o romperlo. Si se ensucia se limpia; si se estropea es por el uso, se arregla; si se rompe, lo mismo. Si solo es para contemplarlo, mejor lo pintamos y lo colgamos en la cabecera de la cama. Las cosas materiales, todas, deben estar para usarlas y disponer de ellas, tenerlas como jarrones chinos que no se pueden pisar y ensuciar es de maniáticos. ¡Vaya suplicio!

Recuerdo una tía de mi madre que tenía la casa que no se podía pisar, te ponía unos deslizadores en los pies para no pisar el suelo, te sentabas en un sofá precioso pero tapado con sábanas blancas, así lo recuerdo. Como éramos niños odiábamos ir aquella casa. A pesar de que hacía unas magdalenas riquísimas, pero hasta eso era un suplicio, no digo cómo teníamos que comerlas, casi con exquisita delicadeza para no soltar migaja alguna. Esa no es una casa para vivir, es un sinvivir.

Cuando hay niños en especial, deben aprender a no darle un valor excesivo a lo material. Y sí respeto y afecto por las personas. Estas son las que tienen valor. Lo demás todo es reemplazable.

Mi madre siempre se lo decía a esa tía (no tenía hijos): de qué sirve tener cosas bonitas para taparlas con trapos feos por si se manchan.

Ella, nuestra madre, nos enseñó a saber ser imperfectos para no ser esclavos de la perfección. Las cosas perfectas son para mirar para ellas, como un cuadro, no para hacer uso de ellas. Por eso, si quieren algo para usarlo, no lo hagan muy perfecto.

Si compras unos playeros buenos son para darles marcha, no para presumir de ellos por si se estropean. También aquí tengo anécdota: llegaba el día de Reyes, unos playeros nuevos eran sinónimo de tristeza, no se te ocurra jugar al balón con ellos, ¡coño, que los niños tienen que jugar! Es cierto, eran otros tiempos de más necesidad, pero preferíamos alpargatas rotas para poder jugar a esos playeros nuevos para presumir.

Si tienen niños, todo debe estar para que puedan usarlo, pisarlo, ensuciarlo... Mirar para ello no tiene sentido en ellos, ni en nosotros, salvo que sean obras de arte.

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