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La derecha sin remedio

14 de Septiembre del 2023 - Jose María Pérez-Ullibarri

Imposible que no se me viniera a la cabeza el título del magnífico libro de Ricardo de la Cierva que, ya en 1986, diagnosticaba así y razonaba la contumacia en el perder de la derecha española, y es que yo, en y tras la triste noche del domingo 23J, sigo sin ver que Feijóo sume más allá de Vox ni que Sánchez repita elecciones, condenando a España al cesarismo que no es de uno sino tal vez más que los 12 de Roma, todos con una preocupación por España de entre poco y 0.

Y sí, es lo que han votado los españoles, pero ¿por qué lo han hecho? Echar la culpa a una ley Electoral por más que beneficie desproporcionadamente a los partidos pequeños dejándonos así en manos de los separatistas sería superficial, la realidad es que la derecha española tiene un problema, y es de tal magnitud que tras las penosas campañas electorales del PP y Vox, penosamente perseveran renunciando a la autocrítica. Mi presidente, Abascal, ha dicho que tal cosa se hace de puertas para adentro, donde parece que cada vez hay menos, como de puertas para afuera, pero hace bien, ahí hallará las razones del descalabro de perder 19 escaños mientras nadie asume responsabilidades y nadie las pide.

La derecha española tiene un problema, y es de tal magnitud que tras las penosas campañas electorales del PP y Vox perseveran renunciando a la autocrítica

En el caso del PP, ¿de verdad que solo Girauta se ha dado cuenta del sonoro pinchazo de Feijóo? Claro que ha subido, y solo faltaba viniendo del subsuelo de Casado, pero hablamos del Feijóo de las mayorías absolutas gallegas, del hombre por el que el PP lleva años suspirando y para el que nadie concebía menos de 150 o 160 escaños, ni él mismo antes de darse cuenta de que España no es Galicia y en este momento de nuestra historia el recurso ad nauseam al “centrito centrado de la centralidad centrista”, como dice Jiménez Losantos, no genera grandes entusiasmos. Feijóo basó su campaña en la apelación a un lugar que si nunca existió en España menos aun ahora, cuando tenemos enfrente un alacrán que por su propia naturaleza -como en la fábula de Esopo- aguijoneará con saña. No, el socialdemócrata Feijóo no derogará el sanchismo con el que ahora, humillando a su base social, se cartea cada día pidiéndole matrimonio.

¿Y Vox, mi casa? El 28M ya ofreció algunas pistas de la dolencia interna que se gestaba, de ello hablé en este diario con relación a Asturias, mi tierra de adopción y preocupación, donde Figaredo -no dudo que sustituirá a Espinosa porque sabe moverse- campó a sus anchas y llenó de familiares y amigos las listas a costa de eliminar candidatas como la confirmada en Oviedo, que contaba con encuestas solventes que aseguraban el quinto concejal. Hoy en la capital Vox es irrelevante; en Avilés la candidata sí ha recogido el fruto de su trabajo -la de Oviedo recogió los ajenos-, y afortunadamente la candidata de Gijón logró subir, evitar una mayoría absoluta de Foro y entrar en el Gobierno; en lo demás, ni diputados por el Oriente ni por el Occidente. ¿Cómo es posible tal hundimiento en un mes? Porque en mayo el mal aún no había aflorado, lo que se produjo a un mes de las generales con un anuncio de rediseño de Vox en las formas y en el fondo, casi nada. Ya entonces se veía venir la purga -lo del niño Figaredo colocando a la prima no pasó de nepotismo de poca monta- de la mano de Buxadé y un tal Hoces, al que llaman por Madrid el “matarife”, y una tal Ruiz, todos parece que de cirio en la mano. A Dios rogando…

Vox debe confirmar su mutación, la orgánica ya lo está al haber sustituido un aparato que funcionaba, el de Ortega y los suyos, por otro que, a la vista de los resultados, no está ni engrasado; la liberal también con el abandono de Espinosa tras la purga de otros trece. Si, como dice la prensa, vamos hacia un Vox vertical “militarizado” y escorado al nacional- catolicismo dirigido por Buxadé, estamos ante una refundación sin explicación, y eso no cabe, porque jamás he encontrado en Vox nada ultra pero ahora lo veo, de momento, en la espada con los propios. Y debe explicarlo, porque Vox no viene del integrismo sino de las renuncias del PP a una derecha donde quepan los liberales y conservadores a los que echó Rajoy, y a una identidad nacional a la que también renunció con sus cesiones al separatismo. Vox necesita algo más que el dogma para llegar a Moncloa, pragmatismo, posibilismo.

Me desoló leer a Abascal afirmar que no teme unas nuevas elecciones porque “tenemos un suelo de 3 millones de votos”, ¿esta seguro?, ¿no hemos aprendido nada del ascenso y golpazo de Podemos o Cs?, los partidos nuevos no tienen garantizado nada y menos cuando empiezan a hacerse antipáticos. El 23 de julio Abascal salvó a Vox con su carisma y pareciendo representar el Vox de siempre, pero este Vox no salvará a Abascal.

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