Negarse es un gran poder
He conocido esta semana a un matrimonio ruso, jóvenes huidos que temían por sus vidas. La verdad es que la vida está complicada aquí y allá. Mires hacia donde mires, no hay expectativa de futuro, aunque haya quien la busque en Marte, gastando lo que podría paliar el hambre que mata actualmente. ¿Dónde mirar entonces? Hay que reconocer que cualquier expectativa debe basarse en una esperanza segura, y nada es lo que nos asegura este presente en quiebra moral e ideológica.
Toda la endiosada tecnología moderna no está parando el desastre ecológico, pero sirve para evolucionar a la carta al ser humano con la Inteligencia Artificial. ¿Qué es lo que queda?, la lógica. ¿A dónde te llevarán tus propios pasos?, a donde te están llevando. ¿A dónde nos llevarán los pasos de este poder humano tan fragmentado, tan voraz, y sin ideales?, tan solo en busca de las migajas de la inmediatez, y por tanto complaciente con todo, o complaciente con la basura moral necesaria para seguir o alcanzar el poder.
Quizá pensamos que como los de a pie no tenemos poder, mejor no pensar. Hay que reconocer que nuestro poder no puede alcanzar nada definitivo, porque ese poder es pequeño, sin embargo, quizá se pueda hacer algo al negarse a colaborar con el desastre, porque ese poder es grande, negarse a secundar el cambio de valores que están transformando el mundo, negarse a la mentira, a la calumnia, al fraude, al latrocinio, al despotismo, al interés particular de partido, de la banca, de las multinacionales religiosas, farmacéuticas, u oenegés corruptas. Negarse a dar cancha a los individuos falsos, agresivos, soeces, chulescos, babosos, pederastas, etc., etc.
Negarse, he ahí el gran poder. No obstante, negarse al fraude o al engaño, nos obliga a ser auténticos, y eso puede acarrear más dolor que soportar el hastío de la falsedad. Ser auténticos nos convierte en el blanco del mundo entero; el mundo que se aprovecha de la debilidad humana y que no soporta la verdad, así que... nos comprometemos y triunfamos con un brazo o una pierna menos, seguros de vencer: “La creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:20-22), o sucumbimos a la desesperanza. Está en nuestra mano, gran y doloroso poder.
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