Esperando La Regalina
Nuestra potencia humana es sumamente limitada, pero nuestro soñar despiertos la supera infinitamente. En nuestra Residencia de mayores, paraíso sin serpiente taimada o maligna alguna, no solemos ser testigos de diálogos inquietantes. Sobrellevamos con serenidad los acontecimientos. Somos conscientes por lo general de no haber cumplido con nuestro deber tantas veces, pero la confianza que entre nosotros se respira nos hace entender nuestro mejor pasado. Nuestro Centro lo componen unos doscientos hombres y mujeres. Soy consciente de su compañía silenciosa, pero cálida y humana. Dicen que los viejos estamos muy adormilados. Somos muchas veces compañía lejana y silenciosa, pero compañía creadora de mundos que no se quedan en la superficie. Efímeros momentos pero con recuerdos eternos.
Entre nosotros mientras brillan los sueños y buscamos dentro de nuestro corazón los recuerdos. Estos se vuelven ahora un campo sin orillas, y en muchos casos llenos de paz. Y así lo es para mi amigo Antonio Alvarado (107 años), cuando recuerda a su Carmen, amor de su vida, y a las tres novias que tuvo en Cudillero. Tampoco olvida su vieja barca, Mara de la Sierra. Parece todo un idilio de tarjeta postal.
Silvino, exalcalde de Cadavedo, nos impresiona y nos conmueve. En la tarde de ayer me estuvo cantando hasta el pre-rock del tolón-tolón de la vaca lechera. Y en el cielo límpido de Cadavedo, tan querido por Juan de Neguri, y mientras esperamos la fiesta de La Regalina, él recuerda el Salón de Casa Blanco, donde, entre otras bellezas, bailaban Oliva la de Seni, la de Casa Gabino, Teresa. No sabe si el mismo coro de antes o el mismo gaitero de entonces sean los que actuarán en la próxima fiesta. Tampoco si por allí andarán Pepe, Luis o Pablo, o alguno de los Avello. De ahí que nosotros nos pondremos a embellecer ya nuestra imaginada Capilla y hasta el viejo salón de baile de Casa Blanco. Escucharlos es soñar. Lo que resta de agosto será, sin duda, para nosotros un bello sueño largo hasta La Regalina.
Desde entonces el mundo no ha cambiado, dicen algunos: hemos cambiado nosotros. Aunque a otros al recordarlo puede parecerles que este mundo de paraíso se convirtió miedoso peligro. Pero, sin embargo, sigue siendo maravilloso cuando es contado por personas como Silvino o Manolo. Que Cudillero y Cadavedo intenten luchar hasta el agotamiento en defensa de sus gentes y su naturaleza. ¿Sin ancianos, música, cuentos y sueños puede haber humanidad?
Ceferino Suárez de los Ángeles
Avilés
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