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¡Pablo Álvarez, eres un paisano!

17 de Agosto del 2023 - Justo Roldán (Oviedo)

Es curioso: mientras otros escriben sobre su yo (aquí o allá, en las redes sociales o en revistas, etc., etc.), sobre lo que creen que son, o lo que han hecho, o los títulos ganados, o sus aportes científicos (a veces cientifistas) sobre la salud física y sus modas similares por citar un ejemplo; veo que alguien que siempre habló de tu (de los demás) de sus aportes y hallazgos, de sus méritos y sus logros, ¡hoy lo hace sobre si... de su yo! Y claro allá me fui raudo a ver quién era… ¿y a quién me encontré? A la persona que con más humildad es capaz de hablar de sí...: es decir... Pablo Álvarez, redactor de LA NUEVA ESPAÑA..., y que se pasó 40 años hablando de los demás, no sé si aguantándolos también -que puede ser-, pero hoy habla de sí (que no para sí) y lo hace en el mejor artículo de su etapa periodística… ¡Que yo conozco, claro!

Que Pablo Álvarez se haya abierto en canal, precisamente este día y en el diario al que (doy fe) sirvió y sirve con profesionalidad y lealtad (LNE), no es casualidad. Si menciona -cómo no- sus discrepancias en temas sanitarios con personajes más importantes que yo, pero no más conocedoras del sector (todo hay que decirlo, para no caer en falsas humildades); eso es muy normal, pero esto solo por sí mismo, no fue la razón, de que él rompiera su modestia, para salir de un “armario” que se estaba volviendo claustrofóbico. Y es que los vientos que hoy soplan sobre el Opus Dei (y sobre la Iglesia, no nos engañemos) fueron y son la causa de que este periodista se haya puesto sobre el ordenador o la máquina de escribir. Pues sabía y sabe que estas crisis “son crisis de santos” y que solo santificando nuestro día a día podemos paliar el vuelo de esta “rara avis” que -como él ha demostrado- están, se forjan y nutren aquí, en el devenir cotidiano. Y es que buenos sí, pero tontos no. Cristianos sí, pero mejillas solo dos. Y si la multitud quiere ejemplos... Pablo da el suyo; y si quieren razones, Pablo da las suyas.

Me ha llenado de orgullo cómo, con valentía de periodista aguerrido y católico convencido, ha explicado el porqué de su anillo (qué detalle tan insignificante hoy en día, pero con qué naturalidad lo aclaró); por cierto, yo tengo uno similar y significa, al fin y a la postre, lo mismo que el suyo, pues ambos hemos optado por una fidelidad a una vocación concreta. No tenía por qué, nadie se lo pedía explícitamente, y menos en público, pero si sabía que eso extrañaba en privado, aunque no se comentara en público. ¡Ole tú, Pablo!, que te has adelantado a los dimes y diretes (esto lo digo yo), y como buen periodista ves más allá de lo que la noticia quiere hacer creer...

¿Pero cuál es el gran ejemplo de Pablo Álvarez para que yo lo llame “paisano”?, ¿ser sincero?, ¡por supuesto!, hoy día, si se es, lo demuestras; eso sí: “por imperativo popular y populista”, cuando eres políticamente correcto; pero Pablo lo es, siendo un cristiano corriente, en medio de un mundo corriente, y de un asturiano que sabe que su palabra vale más que la certificación de cien notarios. Así, sin extravagancias, donde con cosas -si no raras- sí difíciles de entender en estos años donde “nada es verdad ni mentira”, sino según el color del cristal con que se mira, “eso es el relativismo actual”, al que nos quieren llevar, y donde algunos ya caminan con grandes orejeras; Pablo lo dice claro, conciso y objetivo.

Eso sí, en todos los años que conozco de su trayectoria periodística, es la única vez (y a fe que acertó) que quiso expresar -y lo hizo- en libertad lo que otros creen que hacemos obligados (en su caso más, porque es más, da más y se sacrifica y reza más).

Lo ha hecho en temas, como él mismo reconoce, sanitarios. Lo hizo además haciendo una semblanza en un libro dedicado a un santo, aunque aún no esté en los altares, como lo fue Carlos Martínez (El pescadero... bueno, yo diría el pescador de hombres)... ha estado siempre cerca de quien lo necesitaba (Jesús Garriga, no me dejará mentir)... Y hoy (ayer o anteayer depende de cuándo se publique este agradecimiento ) ha querido no entrar en temas que no le competen, por ser meramente de derecho canónico, eclesiástico, etc., etc. Ha querido estar, porque nadie -ni a él - en el Opus Dei, ni a los cooperadores de esta Obra de Dios, nos pueden ni siquiera insinuar nada que merme o desdibuje nuestro amor al Santo Padre y nuestra obediencia y fidelidad debida hasta la muerte. Eso va en el ADN del Opus Dei, y es un carisma que siempre nos inculcó San Josemaría, desde su fundación, hasta su subida al Cielo. Nadie sería Santo si esta obediencia al descendiente de Pedro no fuera un hecho constatable y constatado (esto lo digo yo).

Defectos, tendremos muchos, lo digo como cooperador; pero amor al Papa (el que sea) y a la Iglesia, y a los obispos y a nuestros párrocos. Si alguien nos gana, y serán muy pocos... lo harán por “penaltis” (perdón por la comparación) y a veces hasta en fuera de juego.

Pablo, yo no llego a tu fina pluma. Ni a tu vida de apóstol en medio del mundo, pero sí llego a comprender que eres un paisano de los pies a la cabeza, en una Asturias con falta de pies y de cabezas, que devuelvan a esta tierra conquistada a los moros la dignidad perdida. Gracias.

Justo Roldán

Oviedo

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