Los buenos momentos
Habíamos comentado en el grupo ciertas experiencias importantes y dignas de la mayor atención. Eso nos parecía. Hasta que la amiga Marta nos corta y nos habla de cierto periodista y de su entradilla a un artículo sobre ciertas disposiciones papales. Aparecía el artículo a toda plana, pero sin explicarnos su entradilla en ningún momento, cosa que parecía no interesarle explicar para nada. Como hablaba de una democracia en su trato íntimo con Dios, que nadie podía entender, cerramos el periódico. La democracia es buena en política, imposible en el trato íntimo con Dios. Nunca podemos perder el miedo de sentirnos hombres. Pues una cosa es el lenguaje del alma en nuestra relación personal con Dios y otra la democracia con el Absoluto. Esta periodista dejaba a un lado un mínimo de reflexión crítica.
Pero dejando semejante artículo, hablemos de las mujeres, pues con seis de ellas nos proponíamos leer la Biblia. Comenzamos por el Génesis. Diciendo en primer lugar que el relato del Paraíso del Génesis es un mito. Rápidamente se aminoró la relajación, es verdad. Hubo que explicar pronto que los mitos no son malos, y que Dios también nos habla a través de los mitos, así como de los sueños. Desde luego esto no era lo más importante para ellas. No se intentó demostrarles nada. Pero siguieron con interés la charla. Sobre todo, cuando se les dijo que Dios no había condena sino solo a la serpiente, símbolo del mal, de la desconfianza y de la muerte. No a la pobre Eva, ni tampoco a Adán. Deben recordar ciertas feministas que la mujer o las diosas tenían un gran rol antes de ser escritos los relatos del Génesis. Que después de su inocente caída en la desconfianza y de su vida paradisíaca, Adán y a Eva les entra el miedo y se cubren. Fuera del Paraíso cambió su mundo en nuestro mundo.
Leer la Biblia ha debe ser como leer algo dicho a nosotros. Y bueno sería recordar lo leído como un sueño tenido a la noche y al que a la mañana buscamos su sentido. Además a Jesús del Evangelio le interesó ante todo nuestra salud, nuestro bien, darnos confianza, aunque sea no respetando en muchos casos la Ley. A llevar una vida de confianza en Dios y no dejarnos llevar por esa panacea engañosa de la desconfianza o de las verdades a medias. Como al hombre tirado en su camilla años enteros y esperando la solución caída desde el cielo, nos dice ahora a nosotros: “Anda, levántate, vete y espabila de una vez” (Jn.5,1-9).
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