Waterloo, macht point
En el transcurso de los acontecimientos ocurridos en Catalunya, en octubre de 2017, con la proclamación de la República Catalana más breve de la historia (siete minutos), escribí un artículo titulado “Cantinflas en Cataluña”, en el que sucintamente venía a señalar: “No sé, si la ‘traca final’, fue el final lógico de una hoja de ruta diseñada por un guionista ‘acantiflado’ (permítaseme el neologismo), o respondía a las presiones de última hora del mundo económico, empresarial o del propio Consejo de Europa sobre las consecuencias de una Catalunya independiente. Es difícil, hacerse a la idea de que los responsables políticos catalanes fueran ajenos a todo esto. No me cabe en la cabeza que la ‘borrachera’ por sentirse en su ‘Arcadia soñada’ les obnubilara la mente y el sentido común político para no tomar en consideración las previsibles respuestas del otro lado de la mesa”.
Todo lo demás, a partir de entonces, es historia conocida, Puigdemont huyó a Bélgica escondido en el maletero de un coche, después de protagonizar una fuga digna de un guion de Berlanga. Se instaló en Waterloo, nadie sabe si por rememorar la batalla en la que se hundió Napoleón para equipararla a la suya perdida en Catalunya, mientras sus compañeros de “aventura” (ERC) ingresaban en prisión, porque decidieron no huir. Desde entonces inició una batalla legal con la justicia española que dura hasta ahora y que va perdiendo.
De pronto, en virtud de los endiablados resultados electorales del pasado 23 de julio en las elecciones generales, el hombre de Waterloo, tiene en sus manos, nada más ni nada menos, que el futuro de España. Paradojas de esta España siempre sorprendente, de su voto o por ser más exactos, de los 7 diputados de su partido (Junts) dependía, hasta hace unos días, que en este país haya un gobierno de PP/Vox, un gobierno de Coalición PSOE/Sumar o que volvamos a las urnas.
¿Quién necesitaba más a quién? ¿El PSOE a Junts o Junts al PSOE? Es evidente que Sánchez, sin el voto favorable de Junts, no puede reeditar el gobierno de coalición, pero siempre le queda una última bala en la recámara, la repetición electoral que, siendo como es, portador de una “flor en el culo” y la recuperación electoral que le dan las encuestas no lo tiene mal del todo. Pero nunca conviene tentar demasiado a los “dioses”. Por su parte Junts (y en este caso es mejor personalizarlo en el hombre de Waterloo) carece de la fuerza que tuvo en las calles en los gloriosos días del referéndum ilegal, ha perdido mucho poder institucional en Cataluña y ya sólo tiene el apoyo de 390.000 votantes, frente al 1,2 millones del PSC. No está en condiciones de exigir su programa máximo. Es más, hoy más que nunca, lo político ha dado paso a lo individual. A pesar de las declaraciones, del raca Juntos independentista, de las líneas rojas como “representante del pueblo soberano de Catalunya”, “Como legítimo portador del espíritu del 1 de octubre de 2017” lo que tiene en sus manos y en las del previsible nuevo de gobierno de coalición, es su situación personal como prófugo de la justicia. Esta es la paradoja, se vista como se quiera vestir al santo.
No hace falta muchas luces políticas para saber que con un gobierno PP/Vox su situación personal iría a peor y que Catalunya como pueblo retrocedería algunos lustros y parte de su electorado no lo entendería. Por ello, el pasado jueves 17 de agosto, se jugó la primera bola de partido con la constitución del XV Periodo de sesiones desde que se restauró la democracia y el punto ha caído del lado progresista, gracias a Junts (partido de la derecha catalana), gracias a Puigdemont. Queda la segunda y última bola de partido que decidirá o la investidura de Pedro Sánchez o la repetición electoral. Todo, nuevamente, en manos del inquilino de Waterloo.
¿Se admiten apuestas? Una pista: tras la batalla de Waterloo, vencido Napoleón, el general Wellington frente a los cuerpos inertes que había dejado la durísima contienda exclamo: “Al margen de una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada”.
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