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La Tierra y el hombre

21 de Agosto del 2023 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

No es porque quiera contradecir al siempre bien recordado Félix, o porque busque la originalidad alterando el orden de sus palabras. Simplemente a Dios lo que es de Dios y, para mí, la Tierra es Dios, y ya saben lo que dice el primero de sus diez mandamientos.

En fin, que no creo que ningún razonamiento ponga en duda qué o quién debe encabezar el reparto de esta peli.

Dicho lo cual, la Tierra crea su mundo, y su mundo, evidentemente, es ella y sus criaturas. Siempre ha sido así hasta que, por eso de que es antiparabólica total, ha parido su particular oveja negra: el hombre.

El hombre, autónomo terrenal que se considera la Biblia en verso.

A partir de ahí se reparten las paridas. La naturaleza, la Tierra, de momento, se reserva los partos de terremotos, volcanes y no mucho más. Por lo demás parece conformarse con simplemente estar.. ¡Pero el hombre!

Coño con el hombre. ¡Hasta en la maldad quiere ser primero! Para demostrarlo, no se priva de nada. Lo que, en cierto modo, pone de manifiesto... ¡Coño! Iba a decir su ingenuidad, por destruirse a sí mismo destruyendo la Tierra, pero no, ¡qué va! Es perfectamente consciente de que esto es así, se jode a sí mimo jodiendo la Tierra sin importarle un carajo, porque el hombre no piensa como especie, piensa generacionalmente, y los que vengan detrás, ¡que se los toquen!

No. Me desdigo, he ido muy largo. Debo quedarme más corto. Es muy largo el plazo de su propia generación para el hombre. Él no va más allá de su propia inmediatez. En lo político, repito lo que en su momento escribí, el consejo de una señora, de avanzada tercera edad, a mi mujer camino de las votaciones, que me parece revelador. -Debe votar por estos, que nos dan todo.

La inmediatez de su mirada, económica, le impide al hombre pararle bolas a la historia.

Me voy a los setenta. Gobierno de Pérez Giménez en Venezuela. Trabajaba yo, con una contrata, en la Siderúrgica del Orinoco. Comienzo el día sin tener que abrir el depósito. Habían demolido una pared y se habían llevado todos los equipos y herramientas. ¡Dios!

La dirección de la empresa ni se inmutó. -No te preocupes, la cotización que se hizo cubre eso y más.

De tal magnitud era el despelote que, en términos económicos, ni los robos preocupaban. Las cotizaciones triplicaban o cuadruplicaban el coste, incluida ganancia, de la obra. Los robos eran algo asumido a la hora de licitar. Lo importante de equipos y herramientas no eran su coste, sino el hecho de tener que parar el trabajo si te faltaban.

A mí, lo que se me ocurrió, visto que paredes y puertas carecían de sentido, fue construir tres buenos arcones con buena agarradera, enhebrarlos con una guaya y, al finalizar la jornada de cada día, dejarlos suspendidos en todo lo alto de la pluma de la grúa.

Durante este periodo de cuatro años de Pérez Giménez, todos los que habían sido contratados cuando yo y que, a diferencia de mí, cómo no, se habían quedado allí al finalizar el contrato, se hicieron ricos. Cuando yo regresé tomó la presidencia Luis Herrera Campins y, cómo no, ya no pude hacerme rico.

De buscar profesionales en el extranjero para participar en aquella jauja, a los tíos sentados a las puestas de Sidor implorando trabajo. En apenas cuatro años ricos unos y amiseriados otros.

España no es Venezuela, pero el camino es el mismo. La diferencia es la duración del recorrido. Depende de cómo lo haces en virtud de tus posibilidades de transporte.

En España no pinchas el piso y sale petróleo. Y si el piso está muy duro, pues nada, payloader y hierro al vagón, directamente a Sidor (Siderúrgica del Orinoco), O bauxita para Venalum (Venezolana de Aluminio). O tú mismo, aquí, no puedes coger tus surucas o batea y pasarte los finde, o todos los días, según te dé, buscando diamantes u oro, con la certidumbre de que algo vas a conseguir.

Pero, en fin, que, sea como sea, lo importante, Venezuela o España, hagan como hagan, siguiendo el mismo camino van a parar al mismo sitio.

A la señora que animaba a votar por los que le daban todo, qué le importaba el final del camino si el final del suyo ya lo tenía a la vuelta del recodo. Y a los que, siempre supuestamente, les queda más por recorrer, qué más les da si el final ni siquiera se ve en el horizonte del futuro. Lo que importa es el presente; después, que se joda el penitente.

Le importa mucho España a Zapatero, con mina de oro en Venezuela. Lo mismo que le importa a Sánchez, con sillón dorado en La Moncloa. Los que vengan detrás...

Eso.

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