De besos y fútbol
Soy futbolero desde niño, pero en muchas ocasiones he comentado que lo que menos me gusta del futbol es el “teatro”, la marrullería, camandulería, el poner en valor la mentira, la desfachatez y que todo ello sea premiado y aplaudido desde la grada. El cénit de estos antivalores deportivos llegó de mano de uno de uno de los más grandes de la historia de este deporte, Diego Armando Maradona, a quien se le recuerda muchas veces, más que por sus impresionantes valores futbolísticos, por meter un gol con la mano (“La mano de Dios”). Fue cénit de los antivalores en el deporte.
Estos días, tras el triunfo de la selección femenina de fútbol, todo el mundo habla de esta generación de futbolistas que están haciendo historia en el deporte. De pronto, mucha gente ha descubierto que también las mujeres juegan al deporte rey, que estaba patrimonializado por los hombres. Muchos lo han visto por primera vez y esperemos que no sea “una flor de verano”.
A algunos habrá que decirles que no pueden ver un partido de fútbol femenino con claves del fútbol masculino, como no pueden ver un partido de baloncesto femenino con claves de sus homólogos masculinos... y así en todos los deportes. Tienen otro ritmo, otras intuiciones, otra potencia en las piernas y, por encima de todo, me atrevería a decir otros valores. Para empezar, el “teatrillo”, la marrullería, la desfachatez, la chulería y ese machismo insoportable que impera en el fútbol masculino han dado paso al “fair-play” que se practica en el fútbol femenino. Las lágrimas (impensables en los machotes) aparecen en los campos de fútbol de manera sentida, espontánea y natural. Los desagradables escupitajos en el césped (sin motivo alguno) no existen. Los besos… ¡ahí los besos! son los que rematan el esplendor de la alegría. Ver a la autora de un gol dirigirse a su novia o pareja a estamparle un beso emocionado en la boca y volver al campo a seguir jugando sin que eso suponga ninguna reprobación por parte del público es un valor en sí mismo, pero una gran contribución por parte de las mujeres a un cambio de paradigma en el deporte. Impensable (al menos de momento) en el fútbol masculino.
Si ello llegara a ocurrir, a nadie le cabe la menor duda de que el futbolista, autor de la muestra de emoción/cariño/dedicatoria a su novio, saltaría por los aires en el mundo del fútbol. Saltaría por los aires el negocio, porque el grito estremecedor de las gradas, ¡maricón!, marcaría la defenestración del futbolista, su ostracismo y probablemente el fin de su carrera deportiva. Y el gran negocio se resquebrajaría. El machismo insoportable es el que sustenta el gran negocio del fútbol, los fichajes, los sponsor, las televisiones, los negocios en los palcos...
Tuvo que dar la nota desagradable, machista, rijosa, impresentable, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, quien en lugar de limitarse a la felicitación protocolaria, como lo hicieron el resto de autoridades, se arrogó el poder de abrazar efusivamente y besar en la boca a la jugadora Jennifer Hermoso. Ante las críticas recibidas, ha soltado el inevitable prepotente y autoritario “Que no se le diera más vueltas al asunto...fue un gesto de amistad y gratitud” y a los que le han criticado les ha llamado “gilipollas” y “tontos del culo”. ¿Lo habría hecho con un hombre? Lleva en el cargo cinco años, ha felicitado centenares de veces a los futbolistas dándoles la mano y poco más. Jamás se le ha visto estampándoles un beso en la boca a ningún jugador. Impresentable, pero es la muestra fehaciente de la presencia de la chulería machista en el mundo del fútbol. Ojalá que la conquista de la Copa del Mundo por la selección femenina sirva para marcar un antes y un después en el fútbol femenino y contagie y llene de nuevos valores al fútbol masculino. Todos ganaríamos. Pero para ello, las federaciones que tienen en sus manos el cambio de paradigma en el fútbol tienen que empezar por deshacerse de personajes tan nefastos como Luis Rubiales.
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