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Si la salud es lo primero, ¡la atención no puede ser lo último!

22 de Agosto del 2023 - Justo Roldán (Oviedo)

El editorial de LA NUEVA ESPAÑA del domingo, referida a uno de los retos que mantiene la Administración del Principado como es la sanidad, me ha removido, mi no muy lejana dedicación como actor, aunque ahora ya lo sea como “público”, pero no exento de seguir teniendo una opinión, que hoy si cabe es mucho más experimentada que antes.

Si la salud es lo primero, quien te la gestione es subsidiario; y no puede ser lo último; vamos, que es casi hasta anecdótico. Me explico: la batalla entre quien te la gestiona mejor, si la pública o la privada, es un debate ideológico y populachero que solo perjudica a quien no tiene un euro, ni opción alternativa para, aunque solo sea, poder contrastar lo que otro facultativo te ha diagnosticado. Esta posibilidad, tan reclamada históricamente (elección médico y centro), es una quimera para los mismos de siempre.

Hay quienes piensan que hablando mal de la una se favorece a la otra, y que defendiendo a cualquiera de ellas consigues colocar tu ideología política (pero para nada sirve al bien común) sobre la contraria.

Craso error; la sanidad es un servicio que se gestó y se utiliza para el bien general de la sociedad. Con su correspondiente juramento hipocrático, que al menos garantiza que la ética profesional del actuar no sea puesta en cuestión por quienes consideran que la vida no es el principal derecho que hay que defender, proteger y amparar.

Y es obvio que hay una ética y una moral que actualmente está más en la línea del egoísmo personal que del sacrificio humanitario, para con quien lo necesita; ¿no es acaso la eutanasia, o el aborto ejemplos de lo que afirmo?, ¿no existen de igual manera algunas sedaciones que encubren una mala praxis deontológica rayando lo contrario a la muerte natural?

Pues al igual que hay dos maneras de respetar el “derecho humano a la salud y a la vida”, dese la posibilidad al paciente para que libremente opte por el tipo de atención sanitaria que más le convenza y de la que más se fíe, sea esta pública, privada o mediopensionista.

La batalla ideológica sobre esta materia solo se sigue manteniendo en gobiernos y sociedades que no se han sacudido aún el yugo de las tesis marxistas o del falso Estado del “bienestar capitalista” y su híbrido llamado socialdemocracia, que al fin y a la postre son todos materialismos de fatales consecuencias, y que, como digo, algunos politólogos quieren dulcificarlo en algo así como: “socialismo y democracia”.

No obstante, todas las carreras y sus estudios, prácticas, etc., etc., que se dan y/o se aprenden en el sector sanitario son iguales para todo el mundo. Por tanto, el dividir la atención -o dilatarla- con un claro perjuicio para el paciente, solo por una cuestión meramente ideológica, u organizativa, es un atentado al enfermo, a la sociedad, y a la libertad de la se presume, se debiera de tener en pleno siglo XXI.

Todo el sistema sanitario tiene que estar al servicio del usuario y por consecuencia de la sociedad; pues nadie estudia para ejercer solo en una de las dos. Se estudia para atender, curar e investigar, en bien del ser humano... Lo demás es humo para unos y cenizas para otros: Sanidad sí, pero para todos, y que no tiene por qué ser económicamente una rémora, si se organizan y gestionan todos los recursos, para evitar duplicidades innecesarias, gastos superfluos y esperas sin sentido. ¿Alguien comprende cómo el robot quirúrgico Da Vinci, de tan novedosa adquisición, está parado en la sanidad pública y activo en la privada? Pues tómese este como un pequeño ejemplo de una mala planificación y nula cooperación sanitaria, y añádale un evidente despilfarro económico. Ante esto, el resultado ya se lo padece el paciente de hoy, y se lo puede esperar el de mañana; pues esto no cambia, si solo se sigue cambiando nada más que los sillones.

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