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Cuéntame un cuento

25 de Agosto del 2023 - Clara Soto Jiménez (Gijón)

Cuando era pequeña me aburría como una ostra con esas tardes interminables de lluvia y un frío que pelaba que te impedía hacer algo de vida social en el parque, así que una de mis distracciones era leer cuentos de María Fortún, muchas veces metida debajo de la máquina de coser de mi madre. El traqueteo de los pedales hacía de sonido mantra. Solía leerme un cuento al día y miraba las ilustraciones de aquellos príncipes y princesas que salían en cada historia. Una crece y entra en el mundo real de los adultos responsables, sin cuentos de Calleja, aunque siempre encuentras a alguien que te cuente alguno. En realidad, la vida es como un cuento. Cada mañana que te levantas no sabes lo que te va a pasar. Puedes ser la protagonista de un cuento de amor, intriga o terror. Hay protagonistas en la historia que, además, sin varita mágica, se transforman, cambian, se quitan la máscara, se convierten en todo un personaje. Una madrastra de Cenicienta tejiendo una tela de araña que crece y crece y atrapa para dominarte sutilmente, un padre lobo feroz que te decía que no le contaras el cuento a nadie, una hermana estilo Cruella de Vil que te tira abajo la ilusión de los Reyes Magos cuando tan solo tienes 4 años y que, mientras te retuerces de dolor con una apendicitis, está mirando qué ropa llevarse de tu armario si te mueres, que los príncipes azules podían convertirse en sapos por besarlos y que por dejarles entrar fueron lobos con piel de cordero o cuentistas, de los que comían una y contaban 20, que Aladino compró su lampara en una ferretería y se la frota él mismo pensando que tus ojos están a la altura de los pezones, que los garbanzos de Garbancito no eran tan pequeños aunque no dejaba de tararear canciones para que no le pisaran, que el Capitán Garfio era un pirata bueno cuando se quitaba el parche, que los vendedores son como la manzana de Blancanieves, dentro tiene veneno, y que las sirenas no solo atraían a los marineros con sus cantos sino que también es el sonido de una ambulancia, que los cuentos de policías y ladrones son infinitos, no pueden vivir uno sin el otro porque si no menudo aburrimiento de trabajo y que el leñador de Caperucita estaba peor que el lobo disfrazado de abuelita. Claro que hay muchos más cuentos porque algunos no tienen fin, porque son como el cuento de la buena pipa, el cuento de nunca acabar.

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