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Moscú no paga traidores

27 de Agosto del 2023 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Desde el momento mismo en el que Yveguni Prigozhin inició su marcha hacia Moscú, retando a su jefe Vladimir Putin (el nuevo Zar de todas las Rusias), había firmado su sentencia de muerte. Lo increíble es que el jefe/dueño de la empresa de mercenarios “Wagner” no lo supiera después de ser testigo, durante veinte años, del reguero de cadáveres que Putin ha ido dejando por el camino dentro y fuera de sus fronteras (opositores, periodistas, jueces, millonarios protestones...).

Al exagente de la KGB, un decrépito y desprestigiado Boris Yeltsin, le había preparado todo el terreno en 1998: “Si queremos avanzar en la construcción del capitalismo ruso, tenemos que lanzar un ambicioso programa de privatizaciones masivas”. Un pequeño grupo de oligarcas a la sombra de Yeltsin se lo quedaron todo y se enriquecieron de manera espectacular en pocos años. Pero Putin marcó las reglas: “Ustedes podrán seguir enriqueciéndose, pero con la condición de que no entren en política... las reglas han cambiado en Rusia”. Muchos agacharon la cerviz, unos pocos no, entre ellos estaba el hombre más rico, Mijaíl Jodorkovski. No le hizo caso y se convirtió en su opositor político. Duró poco y terminó con sus huesos en la cárcel.

Ana Politoskaya, la periodista más lúcida y valiente, cometió el “pecado” de destapar los horrores de la guerra de Chechenia cometidos por las fuerzas especiales del Kremlin. Fue asesinada a sangre fría el mismo día en que Putin cumplía años (una manera macabra de celebrar su onomástica). El rosario de víctimas del amigo de Trump, Berlusconi y demás sátrapas es incontable y no ha terminado... para todo aquel que se le ponga por delante, “el pescado huele mal desde la cabeza a los pies” (Putin). El envenenamiento es su método preferido porque le entronca con la época zarista. La Justicia británica dictaminó que el envenenamiento y muerte de Litvinenko se diseñó desde el Kremlin. Preguntado Putin por los periodistas sobre el tema, señaló: “Litvinenko era un traidor, no sé quién lo mató, pero los perros mueren como perros”. El mensaje iba dirigido a todos los que se habían refugiado en Londres o en cualquier parte del mundo. No hay lugar seguro para los perros.

Prigozhin se convirtió en uno de esos perros tras osar desafiarlo. Tras comprobar que nadie le seguía en su camino hacia Moscú y tras pedir perdón, creyó que lo perdonaría. Se creyó lo del “pacto” con la intermediación del perrito faldero de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko. Pero no. Putin no paga traidores ni osadías. Al final ordenó su ejecución en el aire. El dueño de “Wagner” murió junto a uno de sus más fieles colaboradores, el comandante Dmitri Utkin, su número dos, con quien había hecho todo el trabajo sucio en Ucrania para ayudar a “limpiar esa tierra de nazis”. Se ha podido identificar entre los cadáveres a su más fiel colaborador por los tatuajes que llevaba, entre los que destacaba la cruz gamada y símbolos nazis. Sí, los signos nazis, nada mejor para limpiar Ucrania de “perros nazis” con otros nazis al servicio del Kremlin.

Conviene recordar que “Wagner” solo es una de las más de treinta milicias privadas que le hacen el trabajo sucio a Putin (once de ellas operan actualmente en Ucrania) a pesar de que, cínicamente, están prohibidas por el Código Penal ruso.

Bien es cierto que el reconocimiento oficial, mediante ADN, está todavía en manos de las autoridades rusas, lo que ha alimentado las inevitables especulaciones y teorías para guionistas a lo John Le Carré. Hay quien piensa que todo es un montaje del propio Prigozhin (o de Prigozhin/Putin) para desaparecer de la escena.

John Le Carré me gusta para leerlo y disfrutar de las adaptaciones cinematográficas de sus obras, pero yo me quedo con el “Currículum-vitae” del nuevo Zar de Rusia. “No puedo imaginarme que Putin lo haya hecho, que Putin tenga la culpa. Es un trabajo demasiado duro y poco profesional”, ha dicho Aleksandr Lukashenko. ¿Quiere decir que su amigo Putin solo hace trabajos profesionales?

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