La lucecita en el Naranco
A la vuelta de vacaciones hemos comprobado con cierto alivio que la iluminación del monumento dedicado en la cima de nuestro monte protector al Sagrado Corazón de Jesús (así escrito quede con o sin la venia de convecinos renuentes), y gracias probablemente al ciclo horario preotoñal, volvía a estar encendida un breve lapso de tiempo al caer la noche.
Aunque los más supersticiosos crean que la oscuridad reinante estas últimas semanas -y la consiguiente falta de visibilidad pastor-rebaño- haya podido contribuir al pifostio desencadenado en el pastizal, también cabe esperar que todo lo ahorrado con esta cicatería municipal multipropósito haya servido no solo para cumplir los mandatos derivados de la hipótesis Gaia (entronizada en los nuevos evangelios), sino también para honrar a la diosa Gea. Lo cual, en tiempos de confusión multiculturalista, viene a ser un “por si acaso”, o lo que es lo mismo, lo que los entendidos denominan “redundancia en el diseño de procesos fiables”.
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