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Manuel Fernández Juncos

28 de Agosto del 2023 - José Llano Tirador (Parres)

Fernández Juncos es entre los grandes e ilustres asturianos uno de los menos conocidos aquí en su tierra. Nació en Tresmonte (Ribadesella) el 11 de diciembre de 1846, siendo sus padres Ramón Fernández González, natural de Tresmonte, y María Juncos Pando, de La Granda (Ribadesella). Asiste a la escuela de Moro, a más de 4 kilómetros, donde un maestro enseña a un numeroso grupo de niños unos conocimientos pedagógicos básicos.

En 1857 con 11 años embarca para Puerto Rico reclamado por su tío y empieza a trabajar en un comercio que este poseía en Ponce. En sus ratos libres lee mucho, estudia idiomas y algo sobre el área mercantil. Enferma de fiebre amarilla y es llevado a Andújar, pueblo de montaña. Allí entra en contacto con la naturaleza tropical, que le enganchara de por vida.

Muere su tío y se traslada a Vega Baja, donde trabaja en otro comercio, y en 1876 se asienta definitivamente en San Juan, la capital.

Residiendo en Vega Baja traba amistad con el oculista José Gualberto Padilla, que le da acceso a su biblioteca particular. Lee vorazmente pasando a escribir y publicar artículos en “La Razón”, “La España Radical”, “El Progreso”, “El Clamor del País”, “Don Simplicio”, “El Derecho”, “El Agente” y “Porvenir”. En 1877 funda «El Buscapié», mejor periódico de la isla hasta la incorporación de esta a EE UU en 1898. También en 1877 crea y dirige la “Revista Portorriqueña”, con corresponsales en Madrid y París, en la que colaboran hombres de la talla de Juan Valera, Pi y Margall, Rafael, María de Labra, Castelar y otros. También escribió poesía, así como 21 libros y tradujo otros muchos.

En los últimos años del Puerto Rico español, crea y dirige La Academia Antillana de la Lengua y la Cruz Roja Española en Puerto Rico. Es miembro de la Academia Cervantina Española, del Instituto Geográfico Argentino, del Liceo Fidalgo de Ibérico, etc. También fundó el Refugio de Niños Desamparados, que aún hoy sigue funcionando con su nombre. Es hijo adoptivo de Puerto Rico y San Juan, donde una avenida de once kilómetros lleva su nombre. Hoy creo que a una parte le cambiaron la dedicación. También intervino en política: fue presidente del Partido Autonómico Histórico y ministro de Hacienda con muy notable éxito.

En 1886 viaja a España a visitar a su padre (su madre había muerto), a su madrastra, Clara Ruisánchez, vecina muy próxima, y a sus nuevos hermanos (por orden de edad): María -mi abuela materna-, Guillermo, Ramón, Graciano y Elisa. En 1898 EE UU se apodera de Puerto Rico y como primer paso para implantar el idioma inglés anuncia los estudios escolares en dicho idioma. Ante la protesta general aseguran que si en un muy corto plazo no se presenta otro en español que se adecue a las normas y constitución americanas se implantará el inglés. Entonces Fernández Juncos al frente de un grupo presenta un plan en parte traducido del americano y de una calidad que no pudo ser rechazado, salvando la lengua y cultura españolas en la isla.

En 1912 vuelve a España, donde al igual que en 1886 se entrevista con personalidades de primera línea. La Universidad de Oviedo le rinde un homenaje el 12 de agosto. El rey le llama para entregarle la Cruz de Alfonso XIII y él consigue una escuela pública para Tresmonte y otras graduadas para Ribadesella que se construyen en La Atalaya, y que aún hoy lleva su nombre. Regresa a Puerto Rico y sus últimos años los dedica a obras de carácter social, cultural y humanitario. En 1917 tiene que dimitir como director de la Biblioteca Municipal de San Juan por no querer renunciar a su nacionalidad española. Estando visitando su Escuela Hogar le sorprendió una crisis cardiovascular de la que murió el 18 de agosto de 1928.

Quisiera reseñar unas palabras suyas al representante de España en Puerto Rico que le visitó en su lecho de muerte: “Hoy ha entrado el sol de España en el modesto hogar de un español que ya no ha de volver a su querida tierra de nacimiento. Gracias a todos , muchas gracias y viva España”.

Fernández Juncos pudo haber triunfado en los negocios como sus hermanos Guillermo, en Llanes; Ramón, en Ribadesella, o Graciano, en Cangas de Onís; pero prefirió dedicarse a cuestiones sociales y culturales, y al servicio de España y Puerto Rico. En opinión de personas que le conocieron fue sobre todo un buen hombre.

Este poema se lo dedicó a su amigo historiador y poeta Salvador Brau a su muerte y no mucho antes de la suya propia: “Salvador, si en el cielo donde moras hay libertad y luz; si las pasiones / no saturan de hiel los corazones / y es apacible el curso de las horas. / Si del amor las leyes redentoras rigen en esas plácidas regiones / y no hay necios ni críticos ramplones ni enemistades bajas ni traidoras. / Si hay donde tú estás un lugarejo en donde quepa el ánima de un viejo sin tus vivos fulgores de poeta. / Pídele un pase a Dios omnipotente para un amigo y compañero ausente que ya tiene arreglada la maleta.

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