Hijos
Los medios de comunicación pueden llegar a ser cargantes con una noticia. Como si no bastara con decirlo una vez, hay que repetir y repetir las últimas novedades del caso del nieto de Sancho Gracia. A este paso vamos a saber si se está dejando perilla o si con el dinero extra le da para comprarse y comerse una alcachofa o una berenjena rellena. Se rebasa el morbo y el sensacionalismo. En realidad, comento todo esto por la consternación que provoca a unos padres (famosos o no) cuando un hijo te sale así, rana, oveja negra, delincuente, maltratador, asesino, ladrón, psicópata, drogadicto, etcétera. Bien es verdad que los genes pueden ayudar y tampoco es lo mismo nacer entre algodones que debajo de un puente; además, la matrona no te da un libro de instrucciones sellado con garantía cuando nacen. Cuando son pequeños y se comen hasta el pienso del perro o te meten a calentar el mando en el microondas se lo perdonas porque ahí está la diferencia entre la niñez y la madurez: la inocencia. Un hijo es para toda la vida, intentas dar todo lo que puedes y cuando llega la hora de dejar el nido, vuelan y lo mismo se convierten en un actor como Mario Casas interpretando una serie, como profesor de zumba, como un representante de chocolates Valor. No se sabe realmente si con la maldad se nace o se hace. Vuelvo a repetir que los genes hacen mucho, pero a ver qué se les puede reprochar a estos padres porque su hijo aprovechó su maestría en cuchillos de cocina para hacer picadillo al compañero. Los hijos son una caja de sorpresas. En la adolescencia te dan ganas de tirar la toalla con esas contestaciones y comportamiento que, si a tus padres se lo hubieras hecho, luego no te conocían ni en el DNI de la paliza que te metían o dejabas de sentir los dedos por las 2.500 copias que te hacían escribir de castigo. Soy de las que piensan que es mejor que te llamen pesada que no pasota, pero, aunque estés encima de ellos, al final te tomarán la delantera y se te escaparán de las manos. Los hijos son así, un orgullo, un dolor, una mentira, un abrazo, una risa pegadiza, un quebradero de cabeza, un beso en la mejilla, un armario descolocado, un "¡ya está, mamá!", 10 tonos de móvil sin contestar, un suspenso, 5 notables y un medio yo pero sin ser tú. Una miscelánea.
Clara Soto Jiménez
Gijón
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