Del bochorno nacional al desprestigio internacional
Jamás la obtención de un anhelado y soñado título de un Mundial de fútbol conseguido por la selección femenina de este deporte había generado tanta repercusión internacional. Pero no por la gesta deportiva ni por los valores deportivos que este grupo de mujeres pudieran transmitir a las nuevas generaciones, que por fin tendrían un espejo en quienes mirarse, cansadas de tener solo referentes masculinos en el "deporte rey". No. Ha tenido que ser (una vez más) la persistente manifestación del machismo insoportable que todavía permanece en quienes están obligados a transmitir, precisamente, valores que desarmen a las "manadas machistas" que capean a sus anchas en los campos de fútbol.
Las nuevas y brillantes campeonas del mundo nacieron, lucharon y soportaron el ninguneo, la burla, el desprecio, el insulto de las "manadas trogloditas" en campos de tierra y con falta de recursos para poder cumplir sus sueños como deportistas, porque dichos recursos estaban en las manos de los de siempre; en las federaciones, con estructuras medievales, caciquismos cuasi mafiosos, clientelismos rentables. Federaciones cuyo cometido fundamental es hacer la "ola" al gran jefe de la manada, y si este reúne todos los valores del "macho ibérico", mejor que mejor. Nadie mejor que Luis Rubiales para representar estos "valores".
Pero no ahora, cuando el beso y el tocamiento de sus huevos desde el palco de autoridades ha dado la vuelta al mundo, sino desde que el macho troglodita Rubiales se adueño del chiringuito que funciona con normas clientelares, en un país en el que, hasta la semana pasada, constituía un ejemplo de lucha en favor de la igualdad con leyes feministas que creíamos habían conseguido devolver a las cavernas a los Rubiales de turno. No, el problema viene de lejos. Las denuncias contra el personaje y sus adláteres sobre corrupciones, abuso de poder, manejo de las instituciones y de los dineros de manera impúdica han estado presentes desde los tiempos de "Pablo, Pablito, Pablete" (Pablo Porta), de los tiempos de Ángel Villar (¡29 años en el cargo!), hasta que llegó Rubiales. La única diferencia de este especimen con sus antecesores es que este jamás ha ocultado su zafiedad, su vulgaridad y la ostentación de su poder, sin complejos (como diría Aznar).
Pero ha sido su discurso en la asamblea general extraordinaria de la RFEF, convocada por él, con una puesta de escena en la que supuestamente iba a dimitir (engañó a propios y extraños), en la que todos quedaron retratados (compromisarios, entrenadores, árbitros, presidentes de Federaciones Territoriales...) aplaudiendo todas y cada una de las barbaridades que salían de la boca de un machista enfermo de poder (y de los casi un millón de euros anuales que se embolsaba). Arremetió contra todo y todos (periodistas, Gobierno, jugadoras...) Todos perseguían su "asesinato".
Pero ha tenido que ser la FIFA (otro organismo en la picota) quien tomara la primera medida de suspenderlo cautelarmente en sus funciones, paralelamente a la indignación nacional e internacional, la presión social y la tardanza del Gobierno, para que Rubiales pasara definitivamente al ostracismo y los que babeaban y lo aplaudían a rabiar un día antes pasaran a negarlo antes de que "cantara el gallo". ¿Cómo no ibas a aplaudir si, a los ojos del mundo, te están ofreciendo 500.000 euros anuales durante cuatro años por guardar silencio?, solo faltó decirle: y te los ofrezco porque "me sale de los huevos".
Mientras tanto, las estrellas del fútbol masculino, guardando silencio (salvo Borja Iglesias). Pero ¿cómo se van a solidarizar con Jenni Hermoso las estrellas del fútbol masculino, que jamás se han desmarcado de violadores como Neimar o Dani Alves, compañeros de parrandas y confidencias machistas en fiestas millonarias. Todas las jugadoras que previsiblemente fueran llamadas a la próxima convocatoria por su entrenador (incluidas las campeonas del mundo) se niegan a acudir. ¿Harán lo mismos los jugadores masculinos? Esta es la prueba del algodón.
"Basta ya, se acabó", ha sido el grito de Alexia Putellas, mejor jugadora del mundo por dos ocasiones y se ha convertido en la versión española del "Me Too".
La RFEF es una entidad privada a la que ni siquiera ha llegado la obligatoriedad de la paridad en sus organismos y estructuras como exige la ley (de sus nueve vicepresidentes, tan solo una es mujer). Pero recibe subvenciones del Estado y representa la "marca" España en el mundo. Esa "marca" que ha quedado profundamente dañada y desprestigiada. Ya no se trata del cavernario y tabernario Rubiales (quedan muchos como él, por desgracia). Este personaje ya está acabado, ya es historia (o una mala pesadilla), se trata de cambiar la obsoleta ley del deporte, de introducir nuevas y exigentes formas de funcionamiento de las federaciones acorde con los principios de igualdad que tanto ha costado en este país poner en valor en otros organismos públicos y privados. Y de recuperar la decencia.
Nota (por si sirve de algo): ¿cuánto gana la mejor jugadora del mundo? 600.000 euros anuales en su equipo, el Barcelona. ¿Cuánto gana Leo Messi, el mejor jugador del mundo? 54 millones de dólares. El resto de jugadoras (que no son estrellas), tras una intensa, larga e histórica reivindicación consiguieron que se les reconociera en convenio colectivo un salario de 17.000 euros anuales, mientras que el de sus homólogos masculinos es de 155.000 euros anuales mínimo.
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