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Reflexiones en torno a la hostelería asturiana

12 de Diciembre del 2010 - Cesar Suárez Junco

Cuando termino de escribir estas líneas, el presidente del Gobierno español acaba de anunciar la puesta en marcha de un segundo «paquete» de medidas con el fin de «paliar», si es que aún estamos a tiempo, los devastadores efectos de esta crisis latente.

He de reconocer que la puesta en marcha de este «paquete» de «impopulares» medidas me ha forzado a corregir algunas de las notas que inicialmente componían este escrito. Anuncia, el señor Presidente, que reducirá la presión fiscal a través del impuesto de sociedades a las pymes y que a partir de febrero suprimirá la ayuda de 426 euros a los parados de larga duración. Además recurre a la privatización de AENA, en un 49% y a la de la ONLAE en un 30%.

Desde Bruselas, donde miran con lupa lo que aquí sucede, reciben con contenido optimismo esta noticia, pero la cuestión principal de fondo sigue siendo el porqué se toman tan tarde este tipo de medidas en España.

Que nadie pretenda elucubrar sobre el porqué un pequeño empresario asturiano, como es el abajo firmante, considera necesarias las tan cacareadas «impopulares» medidas. No voy a ser yo quien les proporcione un discurso magistral sobre el porqué de la crisis actual, aunque tenga mis propias teorías al respecto. Pero sí me considero capacitado y autorizado en mi condición de industrial comercializador y hostelero, para argumentar la que entiendo como única fórmula para contrarrestar los efectos de la actual coyuntura económica, y esa fórmula puede resumirse en cuatro simples palabras… «fomento de la competitividad».

Ahí afuera, en Asia y Europa Central principalmente, vienen pegando duro. Es el oriental un caso que requeriría estudio más conciso y detallado; pero con respecto a Europa Central debemos de considerar que el tsunami económico que hoy nos afecta primero fue solo una tempestad en potencias como Alemania. Eso sí, allí tomaron medidas al respecto y a tiempo, y han sabido darle la vuelta a la tortilla, conteniendo salarios y beneficios y fomentando el empleo y la actividad económica, transformando una recesión del 5% del PIB en 2009 en un crecimiento del 3’7% del mismo al finalizar 2010.

No se trata de luchar contra los elementos como don Quijote luchaba contra los molinos de viento… Nada de eso. Se trata de ser consecuentes con nosotros mismos, de ser conscientes de cuál es la coyuntura económica internacional y de en qué manera ésta nos atañe.

En ocasiones, a uno le da la sensación de que somos un pueblo al que parece que le gusta quedarse anclado en el pasado. Poseemos unos sindicatos y políticos, de una y otra banda, que son incapaces de superar la transición, y un empresariado poco arriesgado y transgresor, con lo poco que eso ayuda cuando llegan momentos como el que nos ocupa.

En el caso de un sector como es el hostelero, y más cuando éste está localizado en un comunidad como la asturiana, el problema se torna aun más acuciante. Las reducciones de plantilla y cierres hosteleros son una realidad palpable en el día a día de cualquier barrio capitalino, ciudad o población asturiana. El sector turístico, que se pretendía panacea para el futuro de Asturias y piedra filosofal para la salvaguarda de nuestro potencial económico, no es evidentemente tal cosa y sólo los más fuertes, por profesionalidad, diferenciación y competitividad están consiguiendo mantener el tipo ante el constante chorreo de dificultades que nos acucian. Si realizamos además una comparativa observaremos, asimismo, que viajar, alojarse y consumir en nuestra verde Asturias resulta mucho más caro con respecto a otros destinos turísticos europeos de calidad, evidenciándose nuevamente una clara falta de competitividad.

Subtítulo: Fomentar la competitividad, la única manera de mirar hacia el futuro con esperanza de prosperidad

Destacado:El sector turístico, que se pretendía panacea para el futuro de la región y piedra filosofal para la salvaguarda de nuestro potencial económico, no es evidentemente tal cosa

Es, además, el sector hostelero asturiano un sector sustentado, las más de las veces, por pequeños autónomos o empresas de carácter familiar que difícilmente pueden afrontar las exigencias de un convenio colectivo diseñado para grandes núcleos de masificación turística y para épocas de una bonanza económica difícilmente comparables con el momento actual.

En Alemania, empresarios, políticos y sindicatos han sabido poner todos algo de su parte para salir del bache… ¡Y vaya si lo han conseguido! Reducir costes laborales para fomentar el empleo y la competitividad conteniendo los precios, mejorando en calidad y reduciendo evidentemente los beneficios o gananciales de la empresa.

A nadie le gusta tener que apretarse al cinturón, y mucho menos que le toquen la cartera, pero sea por lo que fuere, la situación actual nos tiene que hacer a todos reflexionar al respecto. Mejor nos apretamos nosotros mismos el cinturón antes de que nos lo quiten y nos dejen con el culo al aire. Si me tienen que tocar la cartera, que me la toquen… Pero que no me la levanten. Contener los costes salariales y reducir los beneficios empresariales, en base a una apuesta por la reducción de costes y la mejora en la calidad, implicaría el abaratamiento del precio final del producto y activaría nuevamente nuestro consumo. Ésta sería una manera de contribuir a popularizar y hacer más asequible el acceso al mercado.

Nuestra sociedad debe de ser consciente de que llevamos mucho tiempo viviendo por encima de nuestras posibilidades. Algo tan elemental como es la teoría de los «ciclos económicos» nos evidencia que «después de una llena siempre viene una vacía»… Y muy señores míos, ahora nos toca vacía… y de las gordas.

Hace pocas semanas la deuda pública del Tigre Celta era intervenida por Europa. El «milagro irlandés», fundamentado en un excelso Estado del bienestar, se desvanecía pocos meses después de que España decidiera adaptar ejemplos irlandeses como el de implantar la ayuda económica para los parados de larga duración. Allí, donde el sueldo mínimo interprofesional estaba en los 1.500 euros, se confirmaba la regla y desaparecía la excepción. Los «milagros» únicamente, y sin certificado celestial, se llevan a cabo en Lourdes. Ahora esos 426 euros se desvanecen aquí en España, cuando probablemente nunca debían de haber llegado a existir. Ahora, y por desgracia, esos miles de personas que han estado ligeramente subsidiados por papá-Estado se van a encontrar con un panorama mucho más difícil a la hora de buscar y encontrar un empleo.

Fomentar la competitividad, evidentemente respetando las reglas del juego pero procurando flexibilizar las mismas con respecto al mercado, es la única manera de mirar hacia el futuro con esperanzas de prosperidad.

César Suárez Junco

Empresario hostelero y secretario de la Asociación de Sidrerías del Bulevar de la Sidra de Oviedo

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