Tiene que ser un clamor social
La vida no es igual para todas. No es lo mismo estar entre escombros bajo las bombas soportando el miedo a morirte o que mueran tus hijos, que entre sollozos no se explican cuál es la razón de tanto castigo injustificado por inhumano y ajeno a sus conductas.
Igual debe pensar esa mujer que, con temor en el cuerpo por amenazas y golpes anteriores grabados en su piel y en el alma, ve llegar al compañero, marido, novio o lo que sea con los ojos enrojecidos dispuesto a darle el puntillazo final.
Qué pensamientos ocuparán las mentes de esos menores que una vez más soportan la bronca, patadas en los muebles, amenazas contra la madre y gritos de socorro porque se temen lo peor. Cómo asimilarán esas duras escenas que les dejarán en shock para toda la vida, incapaces de llegar a entender cómo se puede ser padre y verdugo.
La vida no es justa para todas. Mientras casi a diario ocurren tragedias en muchos hogares que se esconden del vecindario y la familia, unos cuantos descerebrados ponen en duda la violencia de género, la machista, la maté porque era mía, el sexo fuerte contra el débil, la fuerza bruta contra la inteligencia...
Qué podemos hacer las que conocemos el drama pero no podemos intervenir más allá del afecto, la comprensión y el apoyo en las calles denunciando el asesinato más cruel e injusto porque lo ejecuta quien dijo alguna vez que te quería...
Pedir a los poderes públicos que se cumplan de verdad las leyes, más leyes de igualdad con sus lagunas y errores. Además, que nadie ponga en duda la tragedia, justifique al verdugo, lo achaque a no denunciar... y mucha pedagogía en los centros de trabajo, las escuelas, las tertulias, las iglesias, los deportes, para descubrir al agresor y proteger a las víctimas. ¡Tiene que ser un clamor social!
José María W. Gómez
GIJÓN
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