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Donina, ¡quiero vivir!

11 de Septiembre del 2023 - José Antonio Flórez Lozano

Donina es una persona que se va convirtiendo en extraña, quedándose sola, en un mundo que no entiende, se vuelve infeliz; además la irreversibilidad del tiempo precipita la angustia, como consecuencia de la experiencia de la finitud de la vida y, por lo tanto, de la experiencia inminente de la muerte. Sus ojos están vacíos, habitados por la ausencia que les convierte en ceguera. Frente a tanto desengaño y desesperación, Donina desea “un poco de humanidad”. La comunicación es el medicamento esencial para la felicidad. Nuestro cerebro tiene hambre de comunicación, de caras risueñas, de ojos compasivos, de amor y buen tono afectivo. La felicidad es la gran medicina, el gran deseo y anhelo del ser humano. El fármaco de la felicidad disminuye la ansiedad y la presión arterial, al tiempo que se produce un aumento significativo de los IgA salivares relacionadas con la estimulación parasimpática y con la cascada inmunitaria que se produce en relación al estado de felicidad. Un estudio realizado en una muestra de 180 monjas en Milwaukee (EE UU) evidenció que las claves de la longevidad eran la felicidad, el anhelo, la alegría y el ánimo eufórico. El 90% de las monjas con sentimientos positivos seguían vivas a los 85 años, en contraste con solo el 34 % del grupo menos alegre. Pero, ¿cuál es la realidad? Una de cada cuatro personas mayores vive sola, hambrienta de cariño y de amor en la ciénaga de la soledad. Donina, de 94 años, es una mujer que destila humanidad, amante de la vida, de las relaciones sociales, de las emociones, ilusiones y sentimientos. Hoy, la veo muy pensativa, cerca de su casa ubicada en un pueblo del interior de Asturias. A su lado, un viejo libro con numerosas anotaciones. Me siento a su lado; su expresión es de cansancio y desengaño. Después de un rato, de un profundo silencio que respeto con pulcritud, hablamos. Su vida siempre ha seguido las cuatro reglas: honradez, humanidad, humildad y humor. Donina ha generado encuentros y desencuentros y ha convertido lejanías en cercanías. No obstante, su agotamiento implica una disminución de energía y de rendimiento. Su propio vacío existencial ha sabido neutralizarlo en la imagen sublimada de su ser más querido. Sin embargo, Donina me comenta que escucha continuamente la voz pesimista en su interior; carrusel de ideas repetidas e infértiles que le provocan sufrimiento mental. Y dice no vivir plenamente, se siente sola y está asediada por pensamientos negativos. Donina, luchando una vez más por sobrevivir, se ve encallada en una isla de soledad dantesca; la comunicación prácticamente ha desaparecido, y, en la larga noche, una mente vagabunda e infeliz, con muchas preguntas y ninguna respuesta; aprieta los dientes y en lo más profundo de su alma, le sale una frase compatible con la felicidad, ¡quiero vivir!

Donina, vivir con ilusión

Sumario: El ejemplo vital de una mujer de 94 años desde su "aquí" y su "ahora"

Destacado: Amiga de la vida, dice que estamos en ella para ser felices y cuando no tengamos que aprender, sentir, ayudar, regalarnos, ilusionarnos, motivarnos y disfrutar, moriremos

La soledad le ha sorprendido a una edad avanzada; sus familiares “están muy ocupados” y la “soledad reactiva”, que ella va generando en sus noches glaciales, le ha hecho encerrarse en sí misma. Así se encontró con la “nada”, un vacío existencial que se produce como una ciega desesperación. Sin embargo, ha conseguido llenar el vacío con una vida policromada; sus palabras proporcionan luz a la oscuridad que simboliza la “nada”. Y de nuevo ha descubierto que lo que consideraba trivial (tomar un café, leer, escuchar, sentir, una conversación distendida, pasear juntos, etc.) es en realidad lo más sustancioso de la felicidad. Su amiga y vecina, dice orgullosa, es su terapeuta esencial y no le ha abandonado en esta etapa difícil. Ciertamente el deseo humano por excelencia para conseguir la felicidad, como decía Lacan, es precisamente el de “ser reconocido por el otro y de ser deseado al ser reconocido”. Donina sentía una permanente demanda de consuelo, por eso se llegó a sentir “vacía” y disociada de la gente. Donina ha descubierto después de tanta travesía del desierto que es ella la que tiene que salir adelante, recuperar sus fuerzas y gritar desde su ventana a los cuatro vientos “quiero vivir” y “lo voy a conseguir”. Donina tiene un amplio currículo en su vida que muestra cómo salió airosa de tantas y tantas batallas (la muerte de su hijo, el fallecimiento de su esposo, la escasa comunicación y afecto con sus hijas). Su fortaleza psíquica está indemne: tan solo necesito ejercitarla desde este mismo instante. Cuando me lo dice con esa exhibición de seguridad y contundencia, me da un gran alegrón. Tal como practican los meditadores “zen”, se esfuerza en mantenerse en el “aquí y ahora”, para ello dedica tiempo a la contemplación tratando de contener la mente para que no se precipite al futuro ni se encalle en el pasado.

Paz interior

Donina ha luchado eficazmente contra la soledad y ha conseguido encontrarse de cara con la felicidad. Dice que la clave para sacudirse la soledad es vivir con ilusión y argumentos, mirando hacia adelante; pasar las páginas azarosas, duras y frustrantes; aquellas que han frenado la ilusión o nos han sacado de la pista de la felicidad; sentirse a gusto con una misma, lo que nos facilita sentirnos bien con los demás y tener una paz interior hilvanada en un fuero interno de coherencia y de invención. Amiga de la vida, dice que estamos en ella para ser felices y cuando no tengamos que aprender, sentir, ayudar, regalarnos, ilusionarnos, motivarnos y disfrutar, moriremos. Por ello, Donina ha sido capaz de convertir la soledad en una oportunidad para aprender a vivir de una forma diferente. Su estrategia frente a la soledad es terapéuticamente muy eficaz: “Me maravillo de cosas que a nadie asombran, por ejemplo, de que a la noche le suceda el día; soy de las que siempre se despierta con buen humor; me alegra el olor a café, el discurrir de la lluvia sobre mi piel, el perfume de las flores, el cielo azul o gris, los árboles desnudos o con sus hojas verdes”. Ha encontrado el “happy aging”, es decir, superar el miedo al cambio del envejecimiento patológico y sustituirlo por un verdadero proceso de crecimiento personal. Reafirma Donina, “me gusta enamorarme todos los días; me alegra la lluvia o el sol”. Y me sigue hablando tranquilamente: “las personas deben saber que no podemos contar siempre con los demás; hay que ir hacia la gente, porque normalmente la gente no viene hacia ti”. En todo este tiempo, he aprendido a sacar partido a mis días; medito, río, cocino, paseo, contemplo, escucho, leo, pinto y estoy en paz. Donina ha encontrado una fórmula magistral para salir del agujero negro de la soledad. Así, puedes autoinducirte felicidad a través de los sentidos: un masaje, un baño con espuma, tomar el sol, salir a caminar. Me dice Donina: “Tómate una hora al día para dedicártela a ti mismo”. Y termina afirmando: “Da alas a tus ilusiones, a tus sueños y a tus proyectos; sueña, anhela, agrada e ilusiónate”. Conocerse, pensar y reflexionar, reforzando pensamientos y actitudes positivas; el crecimiento personal es básico para la felicidad. ¿En qué consiste envejecer bien, si no en conocerse a sí mismo, aceptarse tal como se es, asumir y aprender a ser uno mismo? Y recuerda, ¡si todo va bien envejeceremos!

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