Gusanitos
Hace unos días, una mujer de Canberra le extrajeron un gusano de la cabeza. Nada más y nada menos que 8 centímetros, que, para ser una lombriz y viva, ya le vale. La mujer recogía (no sé si le quedarán ganas de seguir haciéndolo) flores silvestres para su uso culinario. Entre las hierbas, estaban las heces de una pitón diamantina infectada a su vez por una larva. Un tema en bucle, una cosa derivó a otra y el caso es que esta mujer tenía unos fuertes dolores, fiebre, olvidos y hasta depresión. La debieron de tomar por el pito del sereno al principio, menos mal que alguien con dos dedos de frente le hizo caso y mira tú lo que tenía en su interior. Un huésped de los que se vienen sin avisar y se quedan (de estos también hay de carne y hueso). Precisamente no era un "earworms", un "ohrwurm" en alemán, un cicle auditivo, un gusano de oreja como así se llaman a la melodía pegadiza de una canción. Tan difícil de despegar como una goma de mascar en el tímpano y que los neurólogos llaman gusanos cerebrales, porque son canciones o estribillos que pueden permanecer horas, días o lo que quiera en tu mente. Es curioso que no hay consenso en por qué se retiene una melodía y cuando se cree olvidada regresa años más tarde. Puede ser porque lo asocias a un evento en concreto, a alguien especial, a una sensación, a una emoción y el caso es que personas con estados de ansiedad, estrés postraumático, cansancio o exceso de trabajo son más propensas a padecer estos gusanos melódicos. El tema es que no sé qué será peor, un gusano real en tu cerebro en forma de 8 tumbado como el símbolo de infinito o un gusano melódico que quede "clavaíto" en tu memoria, como la canción de Chanel. Habrá que seguir investigando.
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