Lagun
Siempre que se anuncia el cierre de una librería es una herida para la cultura, para la convivencia. Es la pérdida de una referencia del barrio, del pueblo de la ciudad. Uno tarda mucho en acostumbrarse, al recorrer la calle donde antes estuvo y ya no está y, peor aún, cuando aquel local, antaño lleno de libros, de conversaciones, de consejos, ahora está lleno de carcasas de teléfonos móviles. Y si esa librería tiene una historia. Una historia de supervivencia, de lucha contra la dictadura y contra la violencia etarra, entonces la pena es aún mayor porque con ella mueren todas y cada una de las "resistencias" de sus lectores. Es el caso de la librería donostiarra Lagun.
Lagun, en euskera, significa "amigo". Y esa fue la filosofía con la que sus fundadores, Ignacio Latierro y Teresa Castell, consiguieron que sus "clientes" no fueran tales, sino amigos de la librería, con quienes compartieron complicidades, confidencias, miedos, sonrisas y hasta lágrimas, desde su apertura en 1968. Año en el que la dictadura franquista se cebó especialmente con Euskadi y su cultura. Mantener abierto un templo del saber, un templo de la cultura en la España franquista, era un acto de heroísmo. Las amenazas de cierre, las multas por vender libros prohibidos o poco "recomendables" (según el censor de turno) jamás intimidaron a sus propietarios, porque nació como referente en la defensa de las libertades.
Su primera "vida" estuvo ligada al casco antiguo de San Sebastián/Donostia, en la plaza de la Constitución. Fueron sus amigos/clientes/lectores los que impidieron su cierre hace 23 años. Sus propietarios no aguantaban más la presión de la kale borroca (atentados, pintadas...); uno de sus socios fue Ramón Rekalde, exconsejero socialista del Gobierno vasco, el intento de asesinato en el 2000 por parte de ETA encendió todas las alarmas de sus propietarios. Y, gracias al apoyo y solidaridad de sus amigos, consiguieron su reapertura en la calle Urdaneta, en la que, con dificultades, se ha mantenido abierta hasta nuestros días.
Lo que no pudieron hacer ni la dictadura franquista, ni las amenazas de ETA, ha podido hacerlo la venta online, la piratería, las descargas, las grandes plataformas, como Amazon. Contra ello no han podido luchar. No han podido resistir económicamente. Ha sido el fin de uno de los símbolos en Euskadi de la cultura frente a la intolerancia. Durante los últimos días, y en el proceso de liquidación, antes de proceder al cierre, han incluido libros manchados de sangre, medio mutilados, medio quemados, que recuerdan el paso de la barbarie por el local.
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