El buen interés entre Principados históricos
Paso el mes de agosto en Asturias desde hace muchos años, concretamente en Piloña, de donde es mi mujer. Soy catalàn por nacimiento y vocación natural y vivo durante el año en Barcelona. Leo asiduamente su periódico, pues me interesa saber de esta tierra y poder hacer una inmersión durante este mes en sus tradiciones, sus temas de interés a nivel político, social, económico y, en definitiva, humano. Ni que decir tiene que me siento cómplice de sus problemas y sobre todo sigo con interés los retos que como Principado histórico asume con tesón y convicción. He leido las seis entregas este año de la colección tan bien editada sobre su historia desde los albores del Reino de Asturias, así como también he leido otros libros entorno a su cultura. Todo ello más los caminos andados entre valles, prados, ríos y monte arriba, así como atisbando horizontes de mar Cantábrico en tardes maravillosas y sobre todo sus gentes de corazón abierto y carácter recto y sincero y compartiendo mesa y sidra sin parangón en el mundo, decía, redunda en un acopio de conocimiento y de comprensión más allá de la pura información turística fugaz. Y al mismo tiempo infunde una moral de ciudadanía, paisanaje y en suma de sabiduría que emana como en todo pueblo de su saber ser y estar en el mundo y en el terruño patrio.
Dicho esto he de confesar que me resulta muy difícil, comprender que entre los magníficos articulistas de su periódico se dé siempre una constante, reiterada hasta la saciedad y que consiste en tratar el tema político y por tanto también humano de Cataluña con los mismos atávicos prejuicios que hemos oído y soportado toda la vida los catalanes, con paciencia y estoicismo. Sea periodista, intelectual o colaborador, cuando se trata este tema, los improperios, descalificaciones, insultos y salidas de tono son constantes y reiteradas. En una situación como la que atraviesa ahora España, más allá de análisis muy certeros y agudos en general, cuando se intenta interpretar el posicionamientos de partidos constitucionales catalanes -aunque independentistas-, y no digamos también de los del País Vasco, tropiezan siempre con una contumaz objeción de principio. No reconocer como un problema histórico y mal resuelto, incluso con violencia de palabra, este hecho, este problema que arrastra de tiempo inmemorial el Estado español hace muy difícil o imposible esperar sin tregua una complicidad de las naciones periféricas. Las elecciones españolas han emitido un resultado y si se quiere se ha planteado un problema, que naturalmente hay que resolver democráticamente. Dicho problema no lo hemos inventado los catalanes ni los vascos ni los gallegos. Ahora, cuando se dice tan despectivamente que unas minorías no deben ser las que decidan en la balanza el Gobierno de España, ¿acaso es que somos ilícitos o ilegales o "no españoles"? ¿No hemos contribuido más que otros "españoles" a su progreso social, humano y político? El PP se pasó toda una legislatura a la voz de mando: "Váyase, Sr. González" y en la última legislatura con lo de que el sanchismo es una lacra "española" y ejerce un gobierno "ilegítimo". ¿Eso es la España virtuosa?
En definitiva, no acierto a leer ningún análisis medianamente abierto al entendimeinento, a intentar indagar y aprender y saber el porqué de la historia de cada nación, perdón, comunidad... o tal vez para no pecar de poco constitucional "nacionalidades históricas". Y es una lástima y un reto que nadie asume con honestidad y profesionalidad. Esto no es a mi entender contribuir al progreso y al buen futuro de una España abierta a su realidad política. Y por tanto solo sirve a una cultura cerrada en sí misma y sin asumir sus deudas históricas ni sus retos futuros.
Entre tanto, reciba mi más sincero agradecimiento por haber leido esta carta y en el bien entendido que personalmente seguiré esperando otro agosto para leer de nuevo su periódico y no desesperar en encontrar sosiego, buen diálogo y comprensión mutua entre todos.
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