La naturaleza humana
A los abuelos, el recuerdo nostálgico se nos cruza con la actualidad y de nuevo te deja aquel sabor a dignidad, nobleza, hermosura humana. Paquita Rico lo cantaba así en el pasodoble “El beso”: “El beso en España / Lo lleva la hembra muy dentro del alma; / Le puede dar un beso en la mano / O puede darle un beso de hermano, / Y así la besará cuando quiera, / Pero un beso de amor / No se lo dan a cualquiera”. Hoy, muy a menudo son los cualquiera los encaramados a una administración pública, y están dirigiendo mal al mundo solo por su ambición. Podemos darnos una vuelta por Rusia, China, o América toda, pasando por los países árabes; por Eritrea, que está esparciendo refugiados de los de verdad, o incluso por algunas de las dictaduras democráticas del mundo “libre” y ver los resultados.
Supongamos que pudiéramos intentar algo los de a pie, algo para salvar el planeta, para vivir como la creación más extraordinaria del universo material. Naturalmente se necesitaría un orden, una justicia y unos principios morales, sin eso somos carne con ojos que consume y paga. Así que habría que escoger bien a los que deberían llevar adelante el proyecto de ese nuevo mundo. ¿Cuál es el principal problema al que nos enfrentaríamos?: la naturaleza humana. Eso es algo que se ha presentado como antiguo, algo que limita la endiosada libertad.
Los de antes entendíamos que la libertad tiene un límite cuando tropieza con los derechos del otro, hoy la libertad es la que cada cual sea capaz de conseguir para sí mismo, lo del otro es para esa gente rara que cree en Dios, lleva flor en el ojal y saluda con reverencia. Así que todo va camino de un final a toda velocidad; sin embargo, por si Dios realmente tiene un verdadero plan de futuro, cuidemos la calidad de nuestra naturaleza humana: “Porque los ojos de Dios están sobre los caminos del hombre y él ve todos sus pasos. No hay oscuridad ni densa sombra en la que puedan esconderse los que hacen el mal” (Job 34:21,22).
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