Covadonga reeditada
De un tiempo a esta parte resulta tan previsible como malévolamente divertido y gratificante leer, en LNE de los 9 de septiembre, la reseña de los actos celebrados el día anterior con motivo de la festividad por antonomasia de Asturias, nuestra patria chica, ahora nacionalidad constreñida. A mí, particularmente, me alivia un pelín el pesimismo constatar que en 2023 hay una nueva edición del rapapolvo que, en términos incisivos y nanométricamente medidos, el Sr. arzobispo de Oviedo dedica anualmente a la cruda actualidad sociopolítica de este cada año más ruinoso y desnortado país, ejerciendo dignamente sus tan comprometidos mandato y función. Y me divierte mogollón comprobar
también cómo ello suscita la previsible reedición de una respuesta del sistema, personificada en variopintas y pretenciosas delegaciones territoriales del mayoral de la ganadería, contribuyendo al seguidismo bobino y bovino de pensamiento único, a la autocensura de los paniaguados y a la descalificación y demonización de los disidentes. Es una escenificación más -a D.g. por ahora incruenta- de una batalla coyunturalmente irresuelta entre unos evangelios y otros.
Si se considera que un ministro de una Iglesia -particularmente de la Católica-, en escrupuloso ejercicio de sus funciones, no puede defender sus legítimas y canónicas convicciones ni en la casa de su Dios, y que, para no herir sensibilidades en los sanedrines partidistas, debe ser cómodo para el poder, blandito, contemporizador, ambiguo, anfótero, pastelero, palanganero o arrendable como algunos, es que no se puede ocultar la visceral añoranza que muchos expendedores de títulos de demócrata experimentan por los modos y maneras de dictaduras... de color afín. Si se considera que en Covadonga -supuesta cuna de rebeldes-, y por ser políticamente incorrecto llamar al pan por su nombre, se debe pasar
de puntillas por el maloliente contexto político social de cada momento, o que -en un ejercicio más de la precaria independencia institucional que solemos disfrutar- se debe ofrecer solo la versión de la portavocía gubernamental, aceptemos también que se pueda (o deba) secuestrar a la Santina en una "caverna reaccionaria" o en una "checa progresista" para convertirla en una marioneta, ora expulsando a liberales, conservadores y reformistas con el puño en alto, ora a socialistas al paso de la oca. Abogar por estos modos y maneras es una prueba de que estamos perdiendo el oremus y el cognoscemus o -lo que es peor- el juicio y la vergüenza.
Señoras y señores políticos profesionales, si -como casi siempre- les molesta lo que se dice en las basílicas (Tarancón supo de ello y Sanz va sabiendo), no acudan a ellas con sus catecismos sectarios, bulas de infalibilidad, agendas, pompas y vanidades; no las contaminen ni traten de hacer pasar por sus aros al santoral y a sus vicarios. Celebren sus eventos festivo-políticos en chigres, en las casas del pueblo, en sedes del partido o en carpas adhoquizadas, al aire libre, sin huella de carbono por cera e incienso. Y, a falta de mejores evidencias documentales, cada legislatura encarguen a la correspondiente promoción de plumíferos de la Moncloa reescribir la historia -"que tanto nos une"- de lo
que alguna vez pasara en Covadonga, y escúchese esta sin rechistar, fiero o impasible el ademán. Si quieren acceder -que no a colonizar- a escenarios independientes o, por ahora, comprometidos con otros dogmas, aténganse a las consecuencias, a oír y a que otros oigan lo que a ustedes no les gusta, porque eso es democracia en libertad. Y -si fuera el caso- a puntualizar y/o replicar racional y documentadamente, no con mantras, consignas, eslóganes, añejos resentimientos y babayaes.
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