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La política del salchichón

11 de Septiembre del 2023 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Siempre he considerado que el saber envejecer con dignidad es una de las tareas más complicadas a la que nos enfrentamos todos, en especial quienes han tenido responsabilidades políticas y han representado a su país. Mientras mayor es la responsabilidad que se ha tenido, mayor es la dignidad exigible, porque todos los ojos y oídos de un país están pendientes de lo que dices. Eres la historia de ese país (para bien y para mal).

En su momento, identifiqué a Felipe González con el “monstruo del lago Ness” porque lleva ya algunos años “emergiendo” (como de las aguas), en los momentos más delicados del país, para soltar cualquier “perla” que pudiera perjudicar al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Su animadversión bordea lo enfermizo. Pero no olvidemos que ya hizo lo propio con José Luis Rodríguez Zapatero, a quien no apoyó en su elección en el congreso en el que salió elegido (su candidato era José Bono) y lo ninguneó durante dos legislaturas; lo que ocurre es que, con Pedro Sánchez, se está cebando. Supongo que algo tendrá que ver la caballerosidad, la responsabilidad, el respeto a las siglas y la dignidad con la que Sánchez jamás responde. Y eso irrita a quien se considera “el faro del socialismo español”.

A saltado ahora a la palestra otro “histórico” del socialismo. El que dirigió el PSOE con mano de hierro (“Quien se mueva no sale en la foto”), mientras Felipe González se deshacía de las “joyas de la corona” (Telefónica, Endesa, Repsol, Argentaria...), dejando el camino limpio a Aznar, después de navegar en el “Azor” con el espíritu de Franco. Alfonso Guerra, fiel a su estilo de gran profundidad analítica y filosófica, ha resumido la actual política territorial española como la “política del salchichón”: “La política del salchichón es que tú vas cortando rodajas según te piden más (primero los indultos, luego la sedición, la malversación, la amnistía, luego el referéndum, la autodeterminación y, al final, cortando... cortando, te quedas sin nada)”. Esta “profundísima” reflexión me llegó mientras escuchaba a Roberto Saviano y Nacho Corredor debatir sobre uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, el “poder y el narcoterrorismo” en A Coruña (en el FIC, organizado por el eldiario.es). Lo de Saviano te sumerge en la realidad de nuestro tiempo, lo de Guerra en una taberna maloliente. En un segundo mensaje, el gran intelectual de la vieja guardia se adentraba en terrenos aún más profundos, en el de la teología (el contexto era el apropiado, la COPE): “Lo de la amnistía es una polémica tramposa porque, antes de debatir si cabe o no en la Constitución -que no cabe en absoluto- conviene valorar si esa amnistía es justa, si es un acto puro o impuro”. Confieso que, en un primer momento, pensé que el mensaje que recibí era producto de la IA (inteligencia artificial) salida de los oscuros recovecos del seminario de Mondoñedo (fábrica de futuros obispos portavoces de Vox), pero no, eran declaraciones del mismísimo Alfonso Guerra...”acto puro o impuro”.

Con el tiempo he puesto en valor una confidencia que en los años ochenta me hizo un buen amigo mío, diputado socialista, sobre el perfil “intelectual” que le gustaba preservar al “azote de la derecha” quien, de vez en vez, sacaba a relucir a Antonio Machado. Si te fijas, me dijo, “las fichas que lleva para su charla están amarillentas de tanto usarlas, lleva años con ellas y siempre las lee igual”. Era la “política del salchichón” usando como pretexto a su paisano, al poeta sevillano.

Otro histórico del socialismo español, el catalán José Montilla, les ha sacado los colores al tándem González-Guerra: “Cuando hay un PP que ha pactado claramente con Vox, ha bloqueado la renovación del Poder Judicial, que está tratando de encontrar a tránsfugas... Me sorprende que haya algunas voces socialistas que no condenen esa actitud con la misma contundencia con la que hablan de otras cosas”.

Montilla, muy prudente, no ha querido decir lo que verdaderamente piensa sobre la actitud miserable de estos personajes anclados en la Transición. Adorando las tablas de la Ley, como el becerro de oro que nadie puede tocar y solo adorar: “Cómo ciudadano demócrata y socialista me rebelo contra eso, esta amnistía es la condena de la Transición” (Guerra).

En algo acierta Alfonso Guerra, “lo que está pasando hoy lo veo como la derrota de mi generación”. Efectivamente, es la derrota de estos dinosaurios que no han aprendido a envejecer con dignidad, pero que están produciendo un daño irreparable no solo al histórico y centenario Partido Socialista, sino al conjunto de la sociedad que no vive anclada en los años ochenta y que, por encima de todo, está obligada a dar una respuesta definitiva al tema territorial de España.

Un apunte final. Felipe González ha señalado también que le costó votar a su partido en las últimas elecciones. Personalmente creo que no votó a su partido, si creo que votó, pero voto nulo. Anuló su papeleta, tachando el nombre de Pedro Sánchez y poniendo el suyo en su lugar, Felipe González Márquez.

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