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La grave situación de Asturias

12 de Diciembre del 2010 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

A pesar de los cuentos de Alicia en el País de las Maravillas que el presidente Areces nos relató en el pasado estado de la región, de lo que, a decir verdad, ya casi nadie se acuerda, la crisis que asuela nuestra tierra es muy grave y todos los ciudadanos perciben la que está cayendo. Asturias, que pasó del minifundismo de las caserías a la revolución industrial del carbón y del acero, ha sufrido durante el siglo pasado una profunda transformación social. Los campesinos de subsistencia se convirtieron en mano de obra para las nuevas fábricas que proliferaban por doquier. Desde que el régimen franquista dio carácter estratégico a la minería del carbón y a la siderurgia, ésas han sido las patas principales sobre las que se ha asentado nuestra economía. Con la privatización del sector metalúrgico primario y la crisis del naval, comenzó el declive del Principado, nuestra crisis, mucho antes de que estallara la que ahora padecemos, que no ha hecho más que agravar un proceso que ya nos abocaba irremisiblemente al abismo. En los últimos 30 años, cientos de empresas, algunas muy importantes, han cerrado, sin que el tejido industrial tuviera relevo. En los primeros momentos de la crisis económica, al no tener tanta incidencia como en otras regiones de España la burbuja inmobiliaria, parecía que el golpe se iba a soportar mejor, era un espejismo porque Asturias ya estaba en una situación económico-social muy difícil que tenía todas las papeletas para agravarse. Otras patas de nuestro tejido productivo, como el sector lácteo, el del armamento, pesquero, agrícola, minero, ya estaban tocadas de muerte sin que nadie hiciera nada por luchar para evitarlo. Se habían perdido miles de puestos de trabajo en la siderurgia, en la construcción naval, en el campo, en la minería, etcétera, sólo hacía falta un pequeño empujón para darnos de narices contra la miseria. Mientras la Administración regional y los ayuntamientos distraían una gran parte de sus presupuestos en asuntos no prioritarios, en vez de la regeneración de la base económica sobre la que se sustenta todo, y el mundo cambiaba, Asturias, gracias a los narcóticos de nuestros políticos y sindicalistas, seguía dormida. En vez de emplear cabalmente los escasos recursos disponibles, como las ayudas europeas y los fondos mineros, para potenciar las pequeñas y medianas empresas y el cooperativismo, se gastaron alegremente en obras faraónicas que han producido sobrecostes inasumibles y en ocurrencias de todo tipo, algunas sangrantes.

Hoy nos encontramos en una situación límite y, como suele pasar, los que nos han traído hasta aquí son los primeros en abandonar el barco. ¿Se acuerda usted de las soflamas de José Ángel Fernández Villa, secretario general del SOMA-FIA-UGT, durante tantos años en Rodiezmo?, pues los que, como él, han llevado a las cuencas mineras a un callejón sin salida ahora no dan la cara. Todavía hay quien escucha a Areces y sus elucubraciones sobre las nuevas tecnologías limpias para el carbón, para un futuro que no existe, allá ellos. El mundo camina en otro sentido y China, por ejemplo, el mayor productor y el que mayores reservas de antracita y hulla tiene del planeta, ya se ha embarcado en un ambicioso programa de producción eléctrica con gigantescas presas, decenas de centrales nucleares y miles de generadores eólicos y fotovoltaicos, con el objetivo de minimizar las emisiones de dióxido de carbono y mejorar los costes de producción. La realidad es tozuda y, a pesar de que la UE ha puesto fecha de caducidad a la minería no rentable del carbón en 2018, los cierres y los despidos no tardarán tanto.

¿De dónde va a salir el dinero para sufragar los gastos de los servicios públicos esenciales como Sanidad, Educación y Justicia? ¿Cómo se pagará a los funcionarios y a las empresas contratadas por las administraciones públicas? Nos exprimirán con nuevos impuestos y nuevas tasas, con copagos y demás milongas, porque las arcas asturianas están todas en números rojos, pero el limón ya no da más zumo.

No hay dinero para la sanidad, por eso para ir al especialista tiene usted que esperar seis meses, tres meses para una resonancia de un traumatismo de rodilla, etcétera, pero tenemos televisión autonómica, fundaciones ridículas y cargos que no sirven para nada, vehículos oficiales de lujo y miles de euros para fuegos artificiales. Como en el hundimiento del «Titanic», la orquesta seguirá tocando hasta el último momento.

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