El sentimiento humano
Mi esposa, madre, abuela, amiga, secretaria, después de entregar a los nietos más pequeños a sus padres, recoger, limpiar y planchar, se sienta un momento frente a la TV. ¡Cariño! -me dice- mira, una película antigua de las que te gustan. Sí, siempre me ha gustado el buen cine, la buena música, la literatura que transmite valores, y la pintura, a la que soy aficionado. Me siento a su lado con tapones en los oídos. La inteligencia artificial ha sustituido las maravillosas voces de aquellos personajes entrañables y ya no los reconozco. No sé si será para no pagar royalty a los dobladores, pero ya no es mi película. Ahora son siempre las mismas voces, sosas, casi metálicas, en fondo difuminado, distintos protagonistas con las mismas voces artificiales.
Y a eso se le llama progreso, a ir perdiendo lo que nos hacía sentirnos humanos. ¿A algún amante del arte le gusta ver las paredes pintarrajeadas?, o al que solía soñar con la música, ¿puede hoy soportar el chumba chumba? El día que me llevo un libro y me siento en un banco del parque, veo pasar a la gente hablando sola, con un chisme en la mano; no lo sueltan ni para cruzar la calle. Estoy unos minutos hasta que llegan los perros ladrándose entre ellos. Uno de sus dueños me traslada el humo del cigarrillo con cianuro. Claro que todo eso también tiene su compensación cuando el sueño se hace realidad y te encuentras con el ideal humano.
Hace unos días, me invitaron a una conferencia en Jaca y me reencontré con el Pirineo, es verdad que da un poco de pena ver cómo se seca, y sin agua en sus ríos, pero llegas a un pueblecico como por ejemplo Aisa (no Aínsa), y entras en un pequeño reducto de placer humano, sin ruido, sin perros, increíblemente limpio, ni siquiera hay colillas de cigarros, realmente hermoso. En una de sus plazas había una gran carpa, solitaria, abierta, de modo que propuse a mi amor un baile, y ella accedió como el que da de sí mismo a las necesidades del otro, aunque no sean las suyas. Yo traté de compensarla con el abrazo de Paul Newman, la mirada de Clark Gable, y la voz de Elvis Presley en “Can’t Help Falling in Love”. Probad a hacer lo mismo y veréis qué risa os da, digo... qué placer.
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