Estamos en 2023, siglo XXI, no en 1989, siglo XX
Hace más de 35 años desde que yo empecé en la Universidad, y siempre me quedará el recuerdo de aquel, mi primer día, en mi primera clase, en la que un profesor nos dijo: “Ahora mismo sois unos 200 alumnos, mi objetivo es que más de la mitad desistáis de mi clase, y solo os quedéis unos 50”.
Todo el mundo se puede imaginar el impacto en una novata, con 18 años recién cumplidos, que ponía por primera vez un pie en la Universidad.
El citado profesor se dedicó a amedrentar a los asistentes a sus clases, haciéndonos cantar himnos absurdos u obligándonos a buscar estupideces en el diccionario (por ejemplo: “Perendengues”) para poder ridiculizarnos a gusto y para que, básicamente por terror, abandonásemos sus clases.
Después de 35 años, las cosas no son tan duras, pero poco falta.
En una facultad asturiana, una docente, en su primera clase, lo primero que comunica a sus alumnos es que le importa un pimiento sus vidas, que no quiere que le envíen emails y que cualquier problema, directamente al decanato.
En otro instituto asturiano, el primer día de clase, otra docente también amedrenta a los alumnos y provoca que una asignatura optativa de la ESO tenga fugas masivas de alumnos a otras alternativas, por el pánico que provoca.
No me vale decir que hoy la juventud tiene poca tolerancia a la frustración, porque, repito, es la misma situación que hace 35 años, y les puedo asegurar que la generación de aquellos años no era en absoluto acomodada.
Mi pregunta es: ¿por qué a este tipo de personajes se les permiten esas cosas?
¿Cuántos futuros se han visto truncados por semejantes docentes?
Es obvio, que no se va a hacer nada (en 35 años no se ha hecho).
Pero me da que pensar, ya que al margen de distintos y disparatados planes de Educación que lo único que hacen es enredar la enseñanza y cabrear al personal docente, los perjudicados son siempre los alumnos.
Poco futuro podemos esperar de nuestra juventud cuando hay individuos de este tipo que lo único que les preocupa es cobrar a fin de mes y trabajar lo menos posible.
Además considero que las formas y el respeto son fundamentales siempre, y más aún en una institución educativa. Pero parece ser que no se tiene en cuenta y todo vale.
Gracias a Dios no son todos, pero estos personajes hacen mucho mucho daño y claro está que es algo que nadie se atreve a corregir ni a sancionar.
Estamos en 2023, siglo XXI, no en 1989, siglo XX.
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