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El drama de la Seguridad Social con los ancianos

13 de Septiembre del 2023 - José Leopoldo Portela Gondar (Gijón)

Soy uno de esos mineros que durante los años 50 tenían que trabajar una hora más para el Estado. Soy uno de esos que ayudaron, con su trabajo, a construir un sistema de Seguridad Social basado en la igualdad de trato para todos y que yo suponía que permitiría a todos los ciudadanos acceder a una sanidad pública digna. O eso al menos era lo que yo creía desde mis convicciones sociales y políticas.

Durante la pandemia generada por el covid mi mujer estuvo ingresada en el Hospital de Cabueñes. Como estaba muy mal y debido a la situación que se estaba viviendo en todo el país, la trasladaron al Hospital de la Cruz Roja de Gijón. Allí ella fue testigo de cómo en pocos días cuatro pacientes fallecieron a su lado. Por ello me pidió que la sacara de allí y así lo hice. Mandé una ambulancia y me la trajeron a casa. Una vez allí, me explicó el drama del que había sido testigo directo y lo mal que lo había pasado ya no solo por sus problemas físicos, sino también por lo que supone para una persona mayor ver cómo se muere la gente a su alrededor y esperar que la siguiente podría ser ella. En su momento yo entendí que se trataba de algo normal dado que la pandemia era una realidad que estaba azotando a todo el mundo. Nada se podía hacer en aquellos meses de marzo y abril del año 2020.

Hace unos meses enfermé a consecuencia de la silicosis que padezco como antiguo trabajador de la mina. Ingresé en el Hospital de Cabueñes, donde me hicieron un reconocimiento y me indicaron que ante la falta de disponibilidad de camas me tenían que dar traslado al Hospital de la Cruz Roja. En la situación que me encontraba no tuve más remedido que aceptar dicho ingreso, pero con muchos temores a raíz de lo que me había contado mi mujer. Para mi sorpresa el trato fue muy bueno durante todos los días de ingreso. En aquella ocasión dado que yo me valía por mis propios medios pude ver cómo todos los que ocupaban esa quinta planta del Hospital de la Cruz Roja eran personas, en su mayoría, de más de 70 años.

El pasado día 2 de agosto de 2023, volví a enfermar y nuevamente tuve que ir al Hospital de Cabueñes por los problemas respiratorios que sufría. En Urgencias estuve cerca de dos horas sin ningún tipo de explicaciones para al final decirme que tengo que ir al Hospital de la Cruz Roja pues nuevamente en Cabueñes no hay camas disponibles.

Al ingresar estuve en una habitación yo solo. Pero al día siguiente metieron otra persona de unos 80 años en muy mal estado. Constantemente daba voces llamando a las enfermeras y reclamando ayuda. Yo que veía esta situación traté de ayudar a mi compañero en varias ocasiones. Allí estuvimos dos días hasta que lo retiraron de mi habitación. Al cuarto día de ingreso empiezo a tener dolor de garganta. Como primera medida me hacen la prueba del covid y doy positivo. Me trasladan, en aislamiento total, a una nueva habitación en la primera planta. Comienza ahí un calvario de veinticuatro días. Cada cuatro días me hacían la prueba del covid, que siempre daba positivo. Los primeros dos días tras los resultados me quedaba hundido pues no sabía si al final podría salir de esta situación. Soy una persona de casi 90 años y el final se ve siempre cerca pero en esta situación todo parece más inmediato. El día vigésimo cuarto de mi reclusión forzada al fin el resultado fue negativo. La doctora que me estuvo tratando y a la que siempre estaré agradecido por su trabajo, su tesón y sus principios humanos abrió la puerta y ambos nos fundimos en un abrazo. Me trasladaron nuevamente a la planta cuarta del Hospital para, según me indican, terminar de recuperarme.

Nuevamente me encuentro con una habitación en la que estoy solo. Más recuperado pude volver a pasear por las diferentes salas y ver cómo el Hospital estaba casi en su totalidad ocupado por personas de mi edad, la mayoría dependientes, y comprobé también cómo el personal está en muchos casos superado teniendo que trabajar a una velocidad que no permite dar el trato más adecuado a cada paciente.

Al día siguiente ingresa en mi habitación una persona con graves problemas respiratorios y de corazón que constantemente se quejaba por no poder respirar y para ello necesitaba ventilar la ventana y abrir puerta para mejorar su situación. Coincidió con unos días de tormentas que sacudieron Gijón y que hicieron bajar las temperaturas. Sin embargo yo, que estaba en una cama junto a la ventana, sufría por el frío. Al cabo de tres días y después de casi un mes de ingreso en el Hospital de la Cruz Roja, me mandaron para casa con un problema de faringitis que me afectó al habla. Desengañado y desencantado del funcionamiento de la sanidad pública, tuve que acudir a una clínica privada de Oviedo para tratar mi nueva dolencia. Me recetaron tomar antibióticos durante veinte días por la importante infección que me había generado.

Mi problema, y supongo el de muchos otros en el país que puedan haber sufrido casos similares, se origina porque desde el hospital de origen, dada la saturación del sistema sanitario, se da traslado a pacientes a otros hospitales o residencias sin haber hecho inicialmente las pruebas necesarias de covid. En el centro receptor dan por sentado que el primero ya las ha hecho y no las realizan.

Es lamentable que en un hospital como el de Cabueñes te juzguen por la edad para luego mandarte a otro centro como el de la Cruz Roja. Es posible que en algunos casos se produzca un alivio para las familias el hecho de que el traslado irá acompañado de un mejor trato de su ser querido. Pero desde el punto de vista de un paciente como yo u otro de edades similares nuestro pensamiento es que el traslado es para morir.

Evidentemente los tiempos han cambiado respecto a los años en los que yo era militante activo en el Partido Comunista y fundador, como minero, del Sindicato Comisiones Obreras. En aquellos años en los que muchos estuvimos en la cárcel, nuestros ideales y nuestros principios eran otros. Nuestra idea de cómo debía funcionar una sociedad de izquierdas también era diferente. Pero las penurias y los sufrimientos que pasé por defender unos ideales que entendíamos de izquierdas me confieren la autoridad moral para recriminar a aquellos que llevan cerca de 40 años gobernando y otros muchos que o bien militaron en el Partido Comunista o se colocaron en el sindicato Comisiones Obreras por su actitud ante situaciones como las que he descrito. Tras cuarenta años de gobiernos socialistas en Asturias, nuestra comunidad debería ser un paraíso. Me resulta lamentable ver cómo se alza la voz contra las corridas de toros o contra cualquier otra cuestión que afecte a los animales y no se diga nada ante situaciones como las indicadas en la sanidad pública. Yo no soy taurino y nunca he visto un espectáculo en el que intervengan estos u otros animales, pero invito a los políticos actuales de izquierda a que visiten cualquier hospital del sistema sanitario público español y vean cómo se encuentran los pacientes, sobre todo de cierta edad o con dependencias. Es muy fácil engañar a la parte más débil de la sociedad con gobiernos que se autodenominan progresistas y consienta una Sanidad como la que actualmente tenemos en España. En Italia o en Francia, países con una tradición socialista o comunista muy arraigada, estos partidos prácticamente han desaparecido. En cambio, en España, siguen gobernando y es lamentable la situación que estamos viviendo en estos momentos.

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