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El Alentejo portugués, con Évora, su mejor joya

27 de Septiembre del 2023 - Ángel García Prieto

Évora es la capital de distrito del Alentejo Central. Ciudad de unos cincuenta mil habitantes, sede principal de la Universidad alentejana, que fue fundada en 1559. La ciudad, amurallada por los romanos, que la denominaron Liberitas Julia, conserva en su centro urbano los restos de un bellísimo templo del siglo II-III d. de C. y representa, sin duda, uno de los conjuntos monumentales más importante de Portugal y de la península Ibérica, con el título de Patrimonio Mundial de la Unesco.

Un conjunto de calles medievales moriscas, porticadas, encaladas y graníticas, que parten de la encantadora plaza dedicada a Giraldo “Sem Pavor”, caballero cristiano que reconquista la ciudad a los moros en 1165. El conjunto histórico deja ver numerosos palacios, iglesias, fuentes, además del edificio antiguo de la Universidad con un claustro de estilo renacentista y la Sé, gótica de transición. En todo ese conjunto urbano histórico, que tiene casi cuatrocientos edificios catalogados, hay predominio del gótico y del manuelino; testigos de una época de esplendor en que la ciudad fue foco de humanismo y arte, con la presencia de importantes personajes de las letras y de las escuelas de pintura y escultura.

Son destacables el “Paço” dos Duques de Cadaval, el solar de los condes de Basto y de los condes de Portalegre, góticos; la “ermida” de S. Brás, varias iglesias como las de S. Francisco, Graça, S. João Evangelista, entre el gótico y el barroco; el Largo de la Porta de Moura, el acueducto de la Prata, restos de murallas romano-godas y varias calles y travesías llenas de encanto, que hacen de la ciudad un conjunto urbano-artístico muy agradable para pasear y que es uno de los principales referentes del país luso.

Sumario: Una mirada a una región y a una ciudad que son referentes del país luso

Destacado: El Alem-Tejo (más allá del Tajo) es una región con mucho carácter, de enormes extensiones cubiertas de cereales, alcornoques y olivos, vides, girasoles y frutales, donde leves colinas alteran la línea de un horizonte abierto

La ciudad es el referente central geográfico del Alentejo, “a planicie dourada”, la región más extensa de Portugal, que ocupa un tercio de su territorio nacional, con el Tejo como frontera por el norte y se extiende hasta la costa atlántica del Algarve en el sur. Desde un punto de vista administrativo tiene tres distritos, con las capitales en Portalegre, Évora y Beja. El Alem-Tejo (“más allá del Tajo”) es una región con mucho carácter, de enormes extensiones cubiertas de cereales, alcornoques y olivos, vides, girasoles y frutales, donde leves colinas alteran la línea de un horizonte abierto que solo cede su personalidad orográfica a la Sierra de São Mamede en el nordeste, o a las albuferas, ciénagas y arenales del estuario del Sado en el noroeste.

Allí viene muy bien el consejo de Miguel Torga: “‘Quien se hace a la mar, se prepara en tierra’, dice el refrán. Aplicando esa fórmula al Alentejo, nos tendremos que preparar para entrar dentro de él. Será necesario primero quebrar nuestra lente de horizontes pequeños, y ampliar después el compás con que habitualmente medimos el tamaño de lo que nos rodea. Ahora las distancias son interminables y las estrellas, allá arriba, brillan con un fulgor tropical. Tendremos, por lo tanto, que cambiar de ritmo y de visor”.

Un rico patrimonio, que se extiende sobre todo en la cuenca del Guadiana, con pueblos, villas y otras ciudades como Marvão, Monsaraz, Beja, Vila Viçosa. También cuenta con numerosos castillos, torreones y núcleos amurallados, heredados de su condición fronteriza en los siglos XII y XIII y de las tensiones históricas con España en épocas posteriores. La vida rural ha sido y es el eje de su historia, arte y tradición, a la vez que condiciona la múltiple presencia de acueductos y grandes y ricos cortijos, allí denominados montes, con algún detalle arquitectónico peculiar, como sus altos techos que sirven para atemperar los rigores del verano caluroso y el invierno frío. En las sencillas casas de labriegos, la arquitectura popular cuida las paredes siempre encaladas y las grandes chimeneas que como la marquetería de puertas y ventanas y los enrejados se alegra con caprichosas y llamativas decoraciones. Una región sobria y fuerte, sosegada y tranquila, una tierra con carácter y con buena gente muy acogedora.

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