Matices transversales
Los medios de comunicación libres y serios reciben el nombre de cuarto poder. Hoy hay también todo tipo de medios “alternativos” y difusos para recibir información veraz, contrastada, útil y analizada o totalmente peregrina y alarmante, de signo basuril y engañoso, surrealista: las diversas redes sociales y todo tipo de medios de expresión no masivos, no oficiales y hasta “subterráneos”.
Desde bastante más de un siglo, la gente tiene un imaginario colectivo, unas conversaciones, un compartir de identidades comunitarias vinculadas a las noticias e informaciones de las que se hacen eco los medios de comunicación de masas, integrados, con sus más y sus menos, por grandes profesionales que aportan vital información diaria, servida de forma inmediata, entretenimiento, sesuda reflexión y cultura, carnaza y frivolités. En materia de propaganda política y mecanismos de expansión del pensamiento doctrinario político, al servicio de intereses bien claros y que buscan la hegemonía cultural, en España andamos bien polarizados. Creo que no se explica bien, y no hay ningún interés en hacerlo, que nuestra nación plural existe como tal, en sus regiones y diversidad, pero también se prodigan serios y muy graves atentados para dinamitarla mediante el cerril odio, la ignorancia y las posturas más cejijuntas, que pasan incluso por “progresistas”. Estoy a favor de las manifestaciones de lo local, son cultura y nos enriquecen con su cercanía grata y posibilidades de desarrollo, lo local y regional sin trabas, pero por encima del tribalismo desaforado está cierto espíritu de convivencia cívica, el sentirse ciudadano libre de una nación de leyes universales y bien elaboradas, basadas en principios civilizados y constructivos, de igualdad ante la ley para todos. Siento a Asturias, paisaje, gentes, acento y cultura, pero nos debemos a España.
Parece que, en España, la izquierda realmente existente defiende modelos casi balcanizantes, mientras que la derecha y el modelo conservador defienden bandera, símbolos constitucionales, orden y concierto, legalidad y buenas costumbres, arrogándoselos. Todo muy clásico, señorial e inveterado. Es una pena que la izquierda, que ha dotado, sin miedos ni exageraciones lo digo, de dignidad a amplísimas capas sociales de este país, modernizado mentalidades y asentado un gran constitucionalismo avanzado de tipo social, garantista y europeo, se vaya convirtiendo solo en un “agit-prop” del pensamiento Woke o de “nuevas izquierdas alternativas”, surgidas en un Estados Unidos fragmentado, de minorías raciales, sexuales, revisionismo histórico en clave resentida y rencorosa, victimista siempre. Es necesaria la igualdad siempre, pero con ponderación.
Es verdad que la historia y las humanidades se han utilizado para adoctrinar y manipular, pero ahora también. Y con más medios y calado. Lo que importa ahora no es el estudio, en medios académicos, de una obra cultural, literaria o artística, sino su despiece o disección en clave de ideología de género radical o de freudo-marxismo sensacionalista. Lo que importa no es el canon de Harold Bloom, Steiner o sacar alguna lección moral del pasado, sino el presentismo happycrático que deja tirados a ancianos y débiles, da lugar al consumo voraz de imágenes para nuevos iletrados, a niños tiránicos con una muy baja tolerancia a la frustración, al aprobado general y al reinado de ansiolíticos y drogas varias. La izquierda, para mí, tiene que ser transformadora humanización y derechos humanos, dar ejemplos y no anestesiar o engañar, con una cultura vulgar de la falta de esfuerzo, a los más humildes y dignos de promoción, etc. Y en cuanto a España, es una gran nación histórica plural, que debe seguir basándose en la solidaridad interregional y su unidad legalista indivisible y soberana, en un contexto europeo y de comunidad cultural prestigiosa, democrática.
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