¡Qué gafe sigue siendo Zapatero!
Han sido demasiadas experiencias las vividas en los últimos tiempos para negar la realidad a estas alturas del curso. Desde un principio Zapatero ha demostrado tal grado de cenizo que no permite dudas. La última, cuando se supo que se marchaba a Suiza para asistir a la elección del Mundial de fútbol 2018, todos tuvimos claro que no íbamos a ganar. Sus antecedentes como gafe siguen estando presentes en la memoria de muchos españoles.
Recordemos por alto. Relacionado con las elecciones norteamericanas, dijo en su día: «Va a ganar Kerry». Bueno, ganó Bush. Sobre Alemania, apostó y apostilló: «Mi candidato es Schroeder». Angela Merkel, canciller. Ya en España, Miguel Sebastián para la Alcaldía de Madrid. Tortazo antológico. La cosa parecía haberse apañado un poco, pero es evidente que no. Lo de Trinidad Jiménez ha venido a probar una vez más que lo suyo no son los vaticinios ni las predicciones. Y si no lo es en temas deportivos, como acaba de pasar con el Mundial de fútbol, tampoco lo es en los económicos. Como diga que el empleo va a empezar a repuntar, que vamos a salir del túnel o que las expectativas de España en los mercados internacionales son mucho mejores, inmediatamente salta una estadística que lo deja en mal lugar, como un crédulo, un mentiroso compulsivo o ambas cosas a la vez.
Y como la situación es la que es, y no hay más cáscaras, del barco que se hunde las ratas han empezado a abandonarlo, con Willy Toledo a la cabeza montándola hace escasos días en el mismísimo Congreso de los Diputados, donde le dejan, claro, porque en el de Cuba no se lo permiten los hermanos Castro, ni Hugo Chávez en el de Venezuela, países donde el señor Toledo se siente muy a gusto, porque allí sí hay libertades, allí sí se protegen los derechos humanos, y no como aquí, que esto es una dictadura irrespirable y cruenta. Señor presidente del Gobierno, siga subvencionando, que algo queda.
En el fondo a Rodríguez Zapatero le está bien empleado, se ha dedicado a alimentar a un montón de bultos sospechosos sin mucho oficio que ahora se vuelve en su contra, tras haber ayudado a liarla a lo grande con la guerra de Irak. Hoy el coro de los chicos de la «zeja» ya no dicen ni Pamplona.
Por eso, salvo que quiera pasar a la historia como el presidente del Gobierno que llevó a la economía española a ser intervenida, Rodríguez Zapatero no puede retrasar por más tiempo las medidas traumáticas que le reclaman grandes potencias y algunos mercados internacionales. Ya no hay cortoplacismo que valga, ya no sirven los cálculos electorales, ha llegado el momento de gobernar sin adornos ni florituras, y sin cortinas de humo. Ya no hay memoria histórica a la que recurrir, ni aborto sin consentimiento paterno, ni eutanasia, ni ley del tabaco. Ni siquiera un hipotético fin de la ETA puede resarcir el presumible batacazo económico.
Y, por otra parte, tampoco queda otra perita en dulce que llevarse a la boca, como el Mundial 2018 –ni siquiera el del 2022– que alivie el mal trago que acabamos de pasar. Hay tristeza y derrotismo, pero, sobre todo, hay una convicción generalizada de que con este presidente en el Gobierno no se llega a ninguna parte. Por tanto...
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas
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