La hemiplejia moral del rector de la Universidad de Oviedo
En la víspera de conmemorarse la tragedia que asoló a la capital ovetense en octubre de 1934, y que nos situó en la antesala de la Guerra Civil española, el Rector Magnífico de la Universidad de Oviedo, don Ignacio Villaverde, se ha puesto a trabajar. Pero no para conmemorar con rigor científico el recuerdo de aquel desastre golpista, y aprender de él para no repetirlo, no, qué va.
Resulta que, el pasado 3 de octubre, con la asistencia del señor rector, la Facultad de Historia de la Universidad de Oviedo acaba de organizar un caluroso homenaje a las víctimas represaliadas por el franquismo. Cómo no, con el aliento del Departamento de Historia Contemporánea, que una década tras otra (tal y como tuve que soportar en su día como estudiante) sigue inmerso en el odio permanente a la verdad de la revolución de 1934.
En dicha revuelta social, en apenas 15 días de aquel maldito octubre la ciudad de Oviedo fue arrasada como escenario de un intento de golpe de Estado contra el legítimo gobierno republicano, y a cargo del propio PSOE de Indalecio Prieto (afortunada y recientemente nos hemos librado de la calle ovetense a su nombre). Es decir, del siniestro personaje, principal responsable de casi 2.000 muertos; connivente de la destrucción de toda nuestra ciudad, iglesias, Cámara Santa, convento de Las Pelayas, Universidad de Oviedo (quema de su biblioteca), etc., y en lo que ha supuesto, reitero, el prólogo de nuestra maldita contienda civil que la izquierda sigue intentando rentabilizar de un modo igual y maliciosamente hemipléjico. El siniestro ovetense Prieto llegó a arrepentirse públicamente de haber causado tanta tragedia en su propia ciudad. Lo hizo, eso sí, desde su exilio dorado en Méjico, donde vivió como un sultán a cargo del tesoro español que ya nunca recuperaríamos.
Pues nada, que el rector de la Universidad de Oviedo, a lo que se ve, nada magnífico, y no conforme con el reciente traslado de la Escuela de Minas de Oviedo al desolado Campus de Mieres (obra y desgracia, otra más, de Fernández Villa), se apunta ahora a homenajear a los represaliados de la Guerra Civil española haciendo tabla rasa del pasado. Con este rigor científico universitario, nada extraña que cada curso académico la reducción del alumnado de la Universidad ovetense siga con tal aceleración. ¿En manos de qué manipulador estamos?
Pues nada, que si tras tanto desatino, el rector de la Universidad de Oviedo no sabe qué hacer con su tiempo, desde aquí le animo a que recupere la rectitud. Es decir, a que recupere a los miles de escolares universitarios perdidos en los últimos cursos; le animo a que dé vida al Edificio Histórico Universitario (triste y solo), y rescate la otrora actividad extraescolar que tanto prestigio le dio a nuestra Universidad; tanto la referida a los Cursos de Extensión Universitaria como a los colectivos teatrales, folclóricos, deportivos, corales y tunantescos (casi todos desaparecidos, otros a la baja), y que, insisto, tanta vida alentaron en la comunidad universitaria ovetense. ¡Vivat Academia!
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