Con la princesa Joanina y los moliçeiros, por los canales de Aveiro
Aveiro es una ciudad muy industriosa de unos 160.000 habitantes, asentada al borde de la ría que lleva su mismo nombre. Situada al sur de Porto, es capital del distrito norte de la región histórica de la Beira Litoral. La compleja orografía de lagunas, islas y tierras inundadas en la desembocadura del Vouga y otros pequeños ríos dan a la zona una riqueza de fauna y flora singulares; a la vez que caracterizan el urbanismo de su núcleo ciudadano, pues tiene varios canales que embellecen y dan un aire especial a la ciudad, junto con los puentecillos y los “moliceiros” –barcas parecidas a las góndolas, muy decoradas con colores y dibujos sencillos y atractivos– que acaban por justificar de alguna manera la quizá exagerada calificación turística de Aveiro como la “Venecia portuguesa”.
Posee, además en su núcleo más céntrico, un buen número de casas muy bonitas, del estilo y la época modernista, de “arte nova”, decoradas con elegantes dibujos de piedra, forjados, herrajes y azulejos, en un área peatonal con monumentos históricos de cierto interés como la Sé, la iglesia de la Misericordia y la estación del ferrocarril, llamativa por sus murales amplios y vistosos de azulejos.
Entre su patrimonio destaca el Antigo Convento de Jesús, fundado en el siglo XV, en el que la infanta-princesa Joanina –hermana del rey João II, que luego fue beatificada– se retiró en 1472, para vivir allí los últimos veinte años de su vida. El edificio tiene una iglesia que fue siendo enriquecida hasta el siglo XVIII, en la que destaca una capilla mayor de asombrosa exuberancia, como la bellísima tumba renacentista de la Beata Juana, de mármoles de colores muy trabajados. En el claustro, con columnata renacentista, también llama mucho la atención el túmulo gótico de João y en las dependencias conventuales anexas hay numerosas piezas de escultura, orfebrería, pintura, cerámica, textiles, manuscritos y mobiliario de mucha calidad histórica y artística.
Desde esta acogedora población, de tranquilas rúas, plazas y canales, a través de las nuevas áreas de avenidas, rotondas y explanadas modernas se llega con facilidad a otras playas, villas, núcleos industriales, pueblos de vacaciones, áreas agrícolas, aldeas de pescadores y al puerto. El calado e instalaciones de este sirven para barcos de amplio tonelaje, con acceso a través de la boca abierta entre la Barra, construida en 1808, y las Dunas de São Jacinto, que fueron declaradas Paraje Natural y son un buen observatorio de flora, fauna y en especial de aves migratorias.
La Ria de Aveiro, también denominada Foz do Vouga, se triangula entre la propia Aveiro, la ciudad de Ovar y la de Ílhavo, en una extensión de cuarenta kilómetros de norte a sur y unos diez de este a oeste. El delta está constituido por tierras que se inundan con aguas retenidas por kilómetros de dunas y se distribuyen entre canales, salinas, lagunas y un largo y estrecho lago que va desde la barra del puerto hasta la villa vecina de Mira al sur.
Sumario: Un recorrido por la Venecia portuguesa y otros lugares de la región histórica de la Beira Litoral
Destacado: La ría de Aveiro tiene también una extensa zona de salinas que durante siglos ha sido elemento principal en la economía de la comarca, aunque ahora haya disminuido en importancia
Son áreas de doble vida, acuática y terrena, naturales o artificiales construidas a partir del siglo XVI, empantanadas o que fluyen por los “braços”, que son canales anchos y profundos; los “canais”, de menor calado y mayor anchura, y los “esteiros”, más estrechos y pequeños. Suelen estar bordeados por tamariscos y cañas que se abren espacios de tierra apenas cultivada. En el horizonte se ven “bueyes que pastan en el agua y un barco navega en el interior de las tierras”, con palabras del famoso escritor portuense del siglo XX Raúl Brandão, para sintetizar el carácter de esta geografía “anfibia”.
La ría de Aveiro tiene también una extensa zona de salinas, que durante siglos ha sido elemento principal en la economía de la comarca, aunque ahora haya disminuido en importancia. Y tiene además una muy notable de explotación de “moliço”, que es un abono de algas, sargazos y limo. Producto que da nombre a los barcos, “moliçeiros”, de suelo plano, sin quilla y con los extremos elevados como en las góndolas venecianas, típicos de Aveiro y que son usados como transporte y como atracción y navegación turística por los canales.
A escasos diez kilómetros al sur de Aveiro está la ya citada ciudad de Ílhavo, de unos 17.000 habitantes y capital del concejo de igual nombre. En ella radica la clásica y casi mítica fábrica de vidrio y porcelana de Vista Alegre, fundada en 1824 y que pocos años después llegó a tener la consideración de Real Fábrica, concedida por el rey João VI. Sigue siendo hoy una gran empresa, con varias factorías, de producción muy importante, notable exportación con prestigio internacional y sus productos se buscan por su marcada línea de estética y calidad propias. En la segunda mitad del siglo XX Vista Alegre llegó a fabricar la vajilla de la reina Isabel de Inglaterra, por citar un hito importante de la historia de esta industria, de la que siguió en aumento su fama y el país luso se muestra orgulloso.
Otro punto de interés especial es el Museo Marítimo de Ílhavo (MMI), que está considerado como uno de los museos más espectaculares del siglo XX. Tiene tres áreas de interés: la sala Ría, dedicada a los barcos tradicionales de la zona; la sala Pesca del Bacalao y la sala dedicada a la población y etnografía de la región. Además, también forma parte externa de este museo el Navio-Museu de Santo André, que es un bacaladero construido en 1948, con 70 metros de eslora, atracado en un muelle del vecino Jardim de Ounidot en Gafanha de Nazaré, en el que se expone la actividad y utillajes de la pesca.
Ílhavo tiene también buenos ejemplos de “arte nova”, como la Vila Africana, la Casa dos Cestos y Vila Vieira. Y son muy apreciables la iglesia matriz y la capilla de la ya citada fábrica Vista Alegre.
Muy cerca de la villa se sitúa una población veraniega, llamada Costa Nova, que tiene dos playas de fina arena blanca, una que da al mar tras las dunas y otra que festonea la estrecha laguna de agua salada que se extiende varios kilómetros al sur, hacia Mira. Tiene una urbanización de casas unifamiliares, chalés y otras pequeñas construcciones, muchas de las cuales están agrupadas y se presentan con el aspecto de las casetas de playa, pintadas de vivos colores rojo, azul, amarillo o verde a anchas franjas verticales que se alternan con otras blancas y dan a la localidad vacacional alegría, colorido y estilo propios.
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