Para ver, sin aclararse del todo
Muchas veces habremos pasado por la calle de San Vicente ante esta sorprendente figura que, probablemente, algún operario o maestro de obras del pasado tuvo, en alguna restauración de otrora, la sorprendente ocurrencia de incrustar en el muro de cabecera de la sala capitular, para salvarla de una posible destrucción y pasando por alto su contemplación.
Me ocasionó el descubrirla mi amigo Juan Pablo Rodríguez, interesado siempre en conocer las interioridades de nuestra “Sancta Ovetensis” y presentándomela como una consulta, para aclararse sobre la posible semántica de esa sorprendente figura, que intentaré clarificarte, como a él también lo he intentado hacer.
Los elementos que la componen son los siguientes: se trata de un triángulo formado, en sus tres lados, por porciones de una imposta románica provenientes, con probabilidad, de algún elemento arquitectónico del que es posible reconocer su decoración, consistente en detalles de ajedrezado jaqués, que dan lugar a la decoración aludida, aprovechada de algún resto de otro ámbito catedralicio, quizá del antiguo claustro o de otra parte de algún espacio sepulcral.
Dentro de ese marco, claramente románico, se encuentra una representación de una cabeza humana que me atrevo a definir como la terminación de una de las “garras” de un sarcófago que se hallara en el mismo claustro primitivo o de algún capitel del mismo posible origen claustral.
Hay que descartar que se trate de un elemento artístico dentro del mismo marco que forme parte de la concepción estética del conjunto de la fachada de la cabecera de la sala capitular, dada la simetría y el contraste de las canterías y de la mampostería que forman el resto de las paredes.
Sumario: Una imagen atípica en el exterior de la sala capitular
Destacado: Nuestra Catedral sorprende de continuo con sucesivas y novedosas aportaciones que contribuyeron a dignificar el sagrado templo
Llegados a este punto y hecha la oportuna reflexión, quiero considerar este elemento pétreo como un elemento ajeno al contexto de la pared, que dadas las características de otros elementos de estilo y de la época que insinúan -románico frente a gótico-, es posible descubrir otros aspectos, también de incrustación, en estas facetas constructivas y provenientes de una edificación anterior o de otros ámbitos exornativos ajenos a la edificación de la sala.
Otro elemento que me es grato considerar en este acercamiento a esa cabecera de la sala capitular, ámbito por el que ha dado comienzo la edificación de la Catedral gótica, es el hermoso rosetón que ilumina el conjunto de la sala y que ofrece peculiar solución para sus estructuras arquitectónicas, que dan cabida a la figura de Cristo Salvador, que corona de forma muy original, en la doble arquería, que sirve de marco a la efigie del Santísimo Salvador de la Humanidad.
De pie y con solemnísimas vestiduras sacerdotales, con la mano derecha en actitud de bendecir y la izquierda sosteniendo con probabilidad el globo del mundo, lo ves en el presente mutilado como consecuencia de la atroz voladura perpetrada para destruir de raíz la Cámara Santa, que quedó casi totalmente derruida, produciendo destrozos serísimos en las santas reliquias, en las joyas veneradas, en el apostolado románico, en la estructura de la bóveda, en la cripta de Santa Leocadia, en el claustro y en la capilla de San Ildefonso, también conocida como de Don Gutierre de Toledo o de la Virgen de Covadonga, además de en los aspectos decorativos y pinturas del recinto sacrosanto, dejando muy afectados, entre otros elementos, esta figura del Salvador, que sirve como elemento que determina el perfecto centro geométrico de la sala capitular.
Nuestra Catedral sorprende de continuo con sucesivas y novedosas aportaciones que contribuyeron a dignificar el sagrado templo, al que consideramos, sobre todo, como “Casa de Dios”. Si deseas comprobar epigráficamente la afirmación de que vas a adentrarte en la Casa de Dios, no tienes más que leer encima de la Puerta de la Limosna, donde se lee “Domus Dei”, que equivale a “Casa de Dios”, pudiendo añadírsele “Casa de Oración”, “Casa de la Caridad” o “Casa de Limosna”.
Con todo el respeto que Dios merece, acércate a rezar al Salvador de la Humanidad en el ámbito bellísimo y generador de belleza de quien busca acercarse al Hijo de Dios. Encontrarás, de seguro, la cercanía del Padre Dios.
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