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Hecho aquí en Asturias

22 de Diciembre del 2010 - Justo Roldán (Lugones)

La noticia publicada por Pablo Alvarez, con valentía y estoy seguro, que con mucho dolor de corazón en LNE; abre las carnes a cualquiera. Su cruda realidad, no nos puede dejar inertes. No podemos quedar indiferentes, ante tanta sangre inocente. ¿Dónde se realizan semejantes infanticidios? ¿Puede algún médico, con un mínimo de decencia profesional, humana o ética, haberse prestado a tamaña aberración? Parece ser que desgraciadamente así es, y tal vez figure como médico y en el Colegio del mismo nombre.

Esa no es la descripción que Rousseau, tan leído por muchos, hizo del hombre, cuando lo describió bueno por naturaleza, mientras el mismo Juan Jacobo, iba abandonando en la Inclusa, a cuantos hijos iban naciendo de los tenidos con su sirvienta (mulata por cierto). La realidad, es más cruda, ya no se dejan en ninguna Inclusa. Por eso y es triste reconocerlo- en demasiadas ocasiones el hombre, es el peor depredador para con el hombre.

La misma naturaleza, no priva de la vida. Ni al brote de una rama, o la semilla de una espiga. Ni los aún seres irracionales, llevan a cabo la destrucción de su prole. Solo el hombre es capaz de eso y de más.

Así y con todo, tal vez haya quien piense, que lo que la justicia permite, y lo que una mínima parte de la sociedad tolera, va a quedar impune. La justicia Divina existe; para el creyente y para él no creyente, y por tanto, aquel o aquellos, que hayan intervenido, de una forma activa, o pasiva, por acción y por omisión; llevarán en este mundo, ese cargo en su conciencia. Y en el más allá (lo crean o no) el llanto y el crujir de dientes.

Por lo tanto, no es descabellado el pensar: ¿Que se puede esperar de una sociedad, que no defiende al indefenso, al inocente y al más débil ¿. Que se escandaliza, por las corridas de toros, por la desaparición del Uruguallu. Que penaliza con rigor, la caza y la pesca furtivas; y que sin embargo permite y facilita, la eliminación física, del propio ser humano, sin que este tenga la posibilidad, de llegar a ser persona jurídicamente hablando, porque le ahogan para que no pueda tener, ni el más mínimo de los derechos, de los que tanto hablamos en nombre de la Democracia.

Mi vida, la he pasado en un hospital. En el oí, muchas veces, el quejido y la interrogación, de quienes habían pedido un ser querido, ¿Porque a mi Señor, porque a el? Eran adultos, podían quejase de lo que consideraban una injusticia divina. Y ese interrogante sigue siendo el gran misterio de la humanidad, que solo a la luz de la Fe, se puede contestar, entender y aceptar.

Pero no ocurre lo mismo, con un feto, que no puede ni quejarse, ni tampoco sentirse protegido -no ya por su madre, que eso no tiene nombre- sino por la sociedad. La misma, que he descrito anteriormente con tanta carga de hipocresía. Ni a veces la madre; que deciden por ella. Y que en la mayoría de ocasiones, la llevan, con el engaño, con el que se lleva a un niño al dentista. Infravalorando lo que hay, lo que hace y sus consecuencias futuras. No se ofrecen alternativas, no se les facilita la posibilidad de ver algo, tan bello como es un niño, más allá que lo que le pueda suponer de estorbo en la vida de la que es su madre.

Que más puedo decir. No hay palabras que definan un acto tan vil y traidor, como de tan poca indefensión para el inocente, cuando se le priva del derecho natural, a nacer. Si aún somos capaces de actos como estos. No nos extrañe, que en esta espiral de muerte y de falta de libertad, se vayan enterrados los derechos y las garantías de todos.

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