Unidad y diversidad en España
Los principales protagonistas de la vida política parecen no ponerse en esto de acuerdo. Hay quienes consideran que la unidad ha de ser la inspiradora de todo proyecto político y dar cuenta del sentido a nuestra auténtica historia. Y parece que para ellos esta unidad es ante todo una experiencia de totalidad, por lo que no se plantean considerar las particularidades, las singularidades o las distintas historias.
Por otra parte, está la postura muy diferente de los que se atienen ante todo a las particularidades o singularidades reales. Y en el extremo de estas dos posturas están muchos políticos que no tienen en cuenta a una parte muy importante de la realidad española. Y la diferencia es grande. Pero estas dos posturas han de respetarse mutuamente, aunque bien sabemos que no es tarea fácil pues nunca somos del todo neutrales, ya que las emociones, por otra parte, tienen un efecto profundo en la constitución de nuestros pensamientos y proyectos.
España no es absolutamente una ni absolutamente plural. Por lo que entre nosotros son más necesarios que nunca la comunicación y el diálogo para resolver con confianza los problemas que tantas veces se dejan o se arrinconan en el abandono. El diálogo, creo, es la única forma de acceso a una justa solución. ¿Un sueño? Lo considero más que un sueño. ¿Y por qué no ha de ser posible este sueño inspirador? Intentémoslo por lo menos. Escuchemos, en primer lugar, todas esas voces tan dispares en primer lugar para luego poder mantener el equilibrio.
Equilibrio que el cristiano encuentra en la unidad de su fe en Cristo y en el amor a su prójimo tan diverso. Pero si este ideal cristiano quiere ofrecerse hoy en el foro socio-político ha de ser presentado de una forma significativa y crítica, como una experiencia de sentido vivida en nuestra España de hoy y no como una ideología más a las ya existentes.
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