La muerte y la vida en el Cementerio del Bosque de Estocolmo
En estos días del inicio de noviembre en muchos lugares del mundo se recuerda de un modo especial a nuestros difuntos. Los traemos a la memoria de diversas maneras y con perspectivas distintas, pero en todos los casos con las ideas y sentimientos centrados en el hecho de la muerte. El fallecimiento es precisamente el otro punto también central de nuestra existencia, tan importante, evidente y claro como el nacimiento, aunque de este no fuimos entonces conscientes.
Para algunos la visión de la muerte es la del final total; para otros es además y precisamente el principio de la nueva vida, la definitiva, la que sigue ya para siempre, por toda la eternidad.
En la capital sueca, Estocolmo, que es una ciudad magnífica y que debe su riqueza artística y cultural en buena parte a sus museos, hay uno muy especial dedicado a la muerte-vida. Hay clásicos, como la Galería Nacional o el Museo de Historia, pasando por los dedicados a colecciones reales o de las casas y palacios de personajes ilustres. Su variedad llega hasta los que coleccionan objetos nimios, como el de cerillas o el de tranvías. Algunos son espectaculares y originales, como el Vasamuseet, que exhibe un navío del siglo XVII de una manera muy atractiva y didáctica en todas sus fases de construcción, utillaje, armamento, etcétera. Esa embarcación, de la que se esperaba fuese un espléndido buque insignia de la armada sueca, admirable y envidiable para todos los países europeos, se hundió nada más ser botada, pues habían calculado mal su estabilidad...
Sobre la tradición de recordar a nuestros difuntos en los camposantos
La muerte es la última cosa con que enfrentarse en esta vida, en esta tierra, pero su valor es sustancial y eterno
En esta panorámica museística se puede encuadrar, en el extremo sur de la ciudad, el Skogskyrkogarden (Cementerio del Bosque), un lugar bellísimo y sosegador, diseñado en los años veinte del siglo pasado por los famosos arquitectos Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz. Ha merecido ser declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, pues además de la acertada arquitectura de sus construcciones del crematorio y de las capillas de la Resurrección y del Bosque, la armonía de líneas entre el arbolado, las praderías y otras ornamentaciones naturales hacen del lugar un espacio de sobrecogedor atractivo, que invita a estar allí, a la contemplación y meditación.
La muerte que en él se evoca ahora la podemos recordar con unos versos de Dámaso Alonso: “Dije que muere el alma cuando el cuerpo se muere. / (...)/ Pero yo era ignorante, tenía sueño, no sabía / Que la muerte es el único pórtico de tu inmortalidad”. Sí, la muerte es otra cosa, es la última cosa con que enfrentarse en esta vida, en esta tierra, pero su valor es sustancial y eterno. Para otra vida y para otro cielo. Quizá por todo esto sean tan bellos los árboles del Cementerio del Bosque de Estocolmo…
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo