Un tsunami en nuestras vidas
Como español suburbano de clase media, tirando para abajo, mi experiencia vital me confirma que el gobierno franquista hizo lo mejor que pudo para unos y lo peor que pudo para otros, pero si cumplías el mítico "contrato social" con el Estado que aparentemente suscribías al nacer, a pesar de no haber firmado nada, la Policía estaba aquí para ayudar; había trabajo y acceso a la vivienda, y si te comportabas socialmente con responsabilidad, pagabas tus impuestos y trabajabas duro, entonces la sociedad te recompensaba por ello.
Creo, con sinceridad, que eso lo vivimos todos los que ya somos "mayorinos", independientemente del tipo de gobierno o el tipo de gobernante, aunque muchos prefieran no reconocerlo, por sus evidentes connotaciones, por el qué dirán, y lo repudien.
Lo que me pregunto es cuándo expiró ese contrato social.
Los que ya estamos en el otoño de nuestras vidas, próximos al invierno, vemos, con asombro, la pendiente resbaladiza que nos conduce a un mundo desprovisto de todo lo que fue nuestra identidad: Patria, trabajo, fe, progreso, futuro, respeto, esperanza, amistad, solidaridad...
Básicamente hemos perdido la confianza en nuestras instituciones, en nuestros líderes y representantes en los últimos años de un modo radical y, posiblemente, definitivo.
¿Cuándo, me pregunto, expiró ese contrato social?
La auténtica bomba explotó hace tres años con la pandemia, y desde entonces todo son catástrofes, en curso y por venir, destrucción de haciendas y vidas sin valor, sin que las personas corrientes hayamos sido capaces de entender y contrarrestar el poder o el alcance de un Estado moderno como el nuestro.
Su enorme escala y fuerza le otorgan la capacidad de organizar, definir, medir, controlar y acorralar a su población de una manera incomparable en nuestra historia, y ese poder no hace más que crecer exponencialmente.
En el lado contrario, la rendición sin condiciones con un eslogan conocido: Carpe diem. Smartphones, vaporizadores desechables, viajes, alcohol, sexo, videojuegos, consumo, deportes de alta intensidad y drogas psicodélicas legales. Todo con tal de evadirse de una realidad amenazante que nos conduce a la nada.
Los que dirigen el mundo han cambiado las armas de "destrucción" masiva por las armas de "distracción" masiva. Y funciona.
Saludos cordiales
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