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Los controladores y una teoría

18 de Diciembre del 2010 - Miren Vilella Arriortúa (Cudillero)

Se ha dicho y escrito mucho en relación a la actitud de los controladores durante el puente de la Constitución o de la Inmaculada –como se quiera– y del quebranto causado por su culpa a los viajeros, a los turistas, a la economía y a la marca «España», y respecto a la indignación sentida por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Sólo (¿con o sin tilde?) me cabe sumarme al cabreo nacional y aplaudir las medidas adoptadas por las «autoridades», es decir, la declaración del estado de alarma, la apertura de expedientes disciplinarios y demás actuaciones conformes a derecho.

También celebro la prórroga del estado de alarma, no me produce en este caso especial sobresalto, ni creo que experimente ningún presunto afectado cualquier síntoma o atisbo de síntoma del síndrome de Estocolmo. Entramos en fechas señaladas y los controladores son pájaros de cuenta, que no son de fiar: se mantienen en sus trece, porfiando, mirándonos por encima del hombro y el efecto mediático de la entrega de: «nos comprometemos, si...», declaración condicionada y firmada por el 85% de los controladores, corrobora mi opinión sobre este colectivo por ser, a mi entender, una pantomima, una tomadura de pelo. Por cierto ¿qué pasa con el 15% restante? ¿Son los que fueron a trabajar o los instigadores de la revuelta?

Una cosa es reivindicar derechos laborales o protestar por recortes de prebendas que tiene su cauce y es legítimo. Otra cosa es plantar cara al ordenamiento establecido y es ilegal.

Con todo no quiero pasar por alto la responsabilidad que tienen en este asunto los distintos gobiernos, y éste también. No se puede llegar a una situación tal que un colectivo de empleados públicos traiga en jaque a todo un país ni tampoco actuar en base a sucesivos decretos, en algunos casos contradictorios. Con esta prórroga del estado de alarma que garantiza la normalidad en las torres de control aéreo, tiene el Gobierno sosiego y plazo para pensar, trabajar y traer una solución definitiva, concertada o con arbitraje.

De todo este maremágnum tengo una teoría y como tal la manifiesto. En multitud de ocasiones han surgido otras tantas teorías para intentar dar explicación a acontecimientos, hechos de difícil comprensión, la mayoría de ellas estrafalarias. La mía no va a ser menos, naturalmente, pero no por ello voy a dejar de expresarla.

Nadie en su sano juicio se precipita, junto a otros dos mil, en una piscina vacía de agua o por un barranco mortal por necesidad. Por lo tanto cabe suponer o que la piscina llevaba agua o que los controladores llevaban arnés para el salto decisivo. Intento separar el grano de la paja con el trillo, que sabemos lleva cuchilla. Me convenzo que el golpe pretendía noquear al Gobierno. Pienso que «pájaros de un mismo plumaje vuelan juntos». Se me aparece la gaviota.

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