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La izquierda que nunca existió

23 de Diciembre del 2010 - Francisco Manuel Domínguez Menéndez (Avilés)

Ya ocurrió en la última legislatura de Felipe González –aunque aquí habría que sumarle la pérdida de confianza a causa de la corrupción–, a quien le costó perder unas elecciones generales por cambiar su política social y aplicar una política de ajuste laboral y económico más propia de gobiernos conservadores. El resultado fueron unos años de bonanza económica bajo gobiernos del PP que, sumados a la venta de los principales activos empresariales públicos y una buena gestión, nos situó en un ciclo de prosperidad jamás vivido en el período democrático. Esta bonanza económica se resolvió en la práctica dejándose llevar por los mercados internacionales y sin realizar cambios en la actividad productiva; no había necesidad, y todos sabemos que con la barriga llena las neuronas tienden a la indolencia. Ahora, Rodríguez Zapatero repite la misma historia, sólo que más cargada de dramatismo para la clase media trabajadora, mucho más para ese veinte por ciento de población en paro. El caso es que en los momentos más difíciles para el ciudadano medio la izquierda no existe.

Lo triste es que esta situación de crisis mundial provocada por la ambición de unos pocos y la falta de preparación intelectual de otros muchos que se dejaron deslumbrar por las luces de candilejas de un bienestar ficticio e inestable, en la práctica, no sirve para sentar las bases de un nuevo sistema económico y financiero, además de no cambiar un ápice nuestro tejido productivo y dejar sin futuro todo nuestro patrimonio en investigación y desarrollo. Sólo se ponen parches a una rueda a la que ya no se le ve el dibujo de la prosperidad a corto plazo.

Rodríguez Zapatero opta por lo fácil: castigar a las clases medias, que somos más y tocamos a menos. A la banca no se la toca y se le permiten jubilaciones anticipadas a los cincuenta años. A los grandes capitales especuladores y de las multinacionales hay que protegerlos, aunque éstos no inviertan un duro en investigación, desarrollo e innovación. Es decir, todos los agentes causantes de la triste situación en la que nos encontramos siguen siendo intocables, lo que supone que no hay ninguna medida que garantice un futuro sin los sobresaltos provocados por esta crisis esférica. Una vez más, todo el futuro depende del gran motor de la construcción, que destrozó nuestras costas y paisajes en general, y de los campos de golf para que los causantes de esta crisis vengan a descansar de la pesada carga de su prosperidad contable. No es demagogia, es la realidad. Si no, que nos cuenten cómo es posible que muchos ejecutivos se hayan retirado de sus maltrechas empresas con cheques multimillonarios mientras los demás están sufriendo el paro y lo que ello conlleva en todos los órdenes de una economía familiar; y de paso, que nos aclare la clase política cómo tiene la desfachatez de blindar sus jubilaciones máximas con muchísimo menos tiempo de trabajo efectivo que el de cualquier mortal que ellos administran. Todos somos iguales hasta que nos hacemos con un acta de diputado. ¡Qué vergüenza!

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