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De profecías va el juego

16 de Noviembre del 2023 - Ana M. Velasco Plaza (Oviedo)

Estamos viviendo unos tiempos en los que la vida política española está discurriendo a modo de alocada carrera de despropósitos que están culminando con lo que es un “golpe de Estado institucional”, cuyas componentes previsibles e imprevisibles son el patético y nefasto resultado de sinergias tóxicas entre psicóticas ambiciones personales y torticeros mandatos globalistas que cursan por vías inéditas desde hace años. A su vez, los estimulantes y esperanzadores gestos de lúcida y noble reacción ciudadana se mezclan con las actuaciones de gobierno y oposición en un escenario imprevisto en los programas electorales y, por tanto, ajeno al pronunciamiento democrático del electorado.

Pedro Sánchez utiliza al partido que mayoritaria y/o maniatadamente lo sustenta -el PSOE- como ponente de transacciones vergonzosas con aquellos partidos políticos que manifiestamente son enemigos de la unidad de España y de la legalidad vigente pero que, o ya son socios de gobierno o son comprados, a muy alto precio, como muñidores de la gobernabilidad del caos desestructurador que se avecina. Tratando de remediarlo, enfrente se encuentran tres partidos, supuestamente con un interés patriótico compartido, pero con ideologías, visiones, estrategias y tácticas muy diferentes, particularmente entre los dos más numerosos. Un ambiguo PP que no se sabe muy bien qué quiere más allá de ganar elecciones (para presuntamente hacer lo que no ha hecho o lo que ha deshecho entre la atonía y el seguidismo) y un Vox con todas las ventajas de una ilusionada y vehemente juventud, lucidez y vigor político, y las desventajas de un peso electoral y una capacidad de maniobra condicionados, cuando no minados por progenitores celosos y recelosos, y agredido por enemigos naturales ideológicamente irreconciliables (aunque cómodos con la proclividad pastelera del PP).

El resultado es que en plena crisis las declaraciones bilaterales de cooperación entre PP y Vox, entre Vox y PP, se ven erosionadas por discrepancias sustanciales, acordes con la solidez ideológica de unos -no a la negociación con secesionistas- frente vacíos ideológicos, tibiezas y mezquindades coyunturales o sistémicas de los otros porque “no es el momento”. Los resultados menos trascendentes pero no por ello menos irritantes son las discrepancias en las actuaciones: Si convocas concentración tú como partido yo no voy porque los partidos no deben convocar, pero si convoco yo, pongo escrúpulos a tu presencia y exhibo mis pancartas y modos folclórico-playeros. Si tú mueves contra la amnistía a un sindicato de tu misma ideología, yo manifiesto mi oposición frontal, mientras pido que se muevan contra esa amnistía otros dos de colores, querencias y dependencias acordes con esa amnistía y de ideología aparentemente antagónicas con la mía, pero a los que respeto y ayudo. Si presentas recursos o querellas judiciales las criticamos, si las presentamos nosotros no te ajuntamos. Si vamos a una investidura de Sánchez, nuestro voto dependerá de las circunstancias.

Puesto que todo esto era imprevisible hace unos meses poco sentido tiene hacer profecías sobre mañana.

O no. Veamos: Supongan que la presión social interna y el eco que la misma encuentra en las instituciones europeas y especialmente en aquellos que mueven los hilos de los dos partidos mayoritarios, son tales que ambos reciben señales para cambiar el rumbo y traicionar ahora también a aquellos con los que ha pactado el PSOE. ¿Y cuál es la jugada? El voto a favor -o la abstención- del PP en la investidura de Sánchez, y el pacto PSOE-PP en un gobierno de coalición, que dejaría a verlas venir a sus supuestos socios separatistas, golpistas y Sumar, mientras Feijóo lograría su ansiado sueño, habiéndose pasado meses anhelándolo y dando muestras equívocas de discrepancia condiciona. La inmensa mayoría de los ciudadanos contentos y felices, los separatistas aparentemente vencidos, mientras que los dos grandes partidos con el proyecto en común que se iría pergeñando hasta que de nuevo los ciudadanos se dieran cuenta del engaño. Y vuelta a empezar.

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