La páxara

20 de Diciembre del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

De los controladores y alguna tontería: Otro golpe. Del PP, por supuesto. ¿Y cuántos van? Depende de donde se inicie el cómputo, si desde Recaredo o desde el caballo de Pavía (que ese animal era del PP ya no lo niega a estas alturas ni Pío Moa). El último de momento fue el del viernes, 3 de diciembre, con el descontrol aéreo. La derecha de siempre, como siempre, buscando atajos golpistas y el CNI, el Ministerio del Interior y el de Fomento, con el pie cambiado, mirando para otro lado.

Tuvo que ser una modesta profesora de letras, desde su retiro del Pitu (LA NUEVA ESPAÑA del 18.12.10), y probablemente sin más antenas ni otra tecnología que un simple PC y el secador del pelo, la que diera a la primera en el corazón de la diana: Los controladores no actuaron por su cuenta; estaban controlados por un supercontrolador que pretendía noquear al gobierno con el descontrol. Para llegar a tan luminosa conclusión bastaba con plantear la cuestión correcta: Cierre del espacio aéreo, ¿cierre han dicho? ¿Dónde están las llaves, matarile-rile-rile? En el fondo la piscina, matarile-rile-ron. Porque nadie en su sano juicio se tira a la piscina si la piscina no lleva agua.

Pero había que pensar un poco más; y la profesora piensa. ¿Piensa luego existe? Eso y mucho más: piensa que pájaros del mismo plumaje vuelan juntos y estando en esas le sobrevino la aparición. ¿La Virgen de Fátima? No van por ahí los tiros, pero de ir hubiera sido la Inmaculada que hacía puente con la Constitución. Se me aparece LA GAVIOTA, declara la vidente. Menuda pájara (la gaviota). Y así adelanta ella por la izquierda al País, al Público, a Gara, a Eric Sopena, a los Bardem, a Almodóvar, a la Noria y al Gran Wyoming; a todos los que afanosamente andaban mareando la perdiz por este bajo suelo, cuando bastaba con mirar al cielo para comprobar que allí estaba, cerrando el espacio con sus letales círculos, la infausta gaviota. Aunque Zarrías ya se había acercado también al corazón de las tinieblas, apoyado a su vez en el tacatá de la conspiranoia (Zarrías, el que tanto se alegró cuando entramos en el éuro, pues nadie sabe mejor que él lo que cuesta meter en un maletín 21 millones de las pesetas antiguas).

Aplaude, pues, la profesora con serena sabiduría el estado de alarma y casi le sabe a poco la prórroga del mismo. Demasiado magnánimas son las autoridades (¿militares, por supuesto?) que ante el golpe podían haber declarado el estado de sitio e ir metiendo en el trullo a los del PP, a medida que van saliendo los etarras (que esos por lo menos son de izquierdas; pero qué estará pasando que a Zapatero ya no lo mentan ni las zapateristas). Las teorías simples suelen ser las más explicativas. Y las soluciones sencillas, las más baratas y eficaces: que le pongan a esta señora un radar en la terraza; o que le den una escopeta con licencia para pelo y pluma.

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