De vuelta a Asturias
He estado en Madrid estos días. Me lo había pedido con insistencia la familia. Ciertamente iba temeroso por la complejidad de problemas que veía por televisión y que me parecían desbordar muchos límites.
Pues bien, paradójicamente, me encontré el Madrid inmenso de siempre, camino del trabajo, tan acogedor, abierto y responsable. Tres días de encanto.
Por la noche, todo por la tele y en una muy pequeña parte de Madrid, veía que entraban en escena y en la dinámica sentimientos y emociones extraños y preocupantes. De siempre pienso que es peligroso el no controlar las emociones. Es una verdadera pena el haber olvidado las lecciones de la historia. Pues para unos y otros será la que se encargue de responder a la mayoría de los problemas que nos planteamos. También pensaba que muchas de las cosas mantenidas a toda costa en esas manifestaciones iban contra la realidad de ese gran Madrid responsable y siempre abierto. ¿Seremos capaces de controlar ciertas emociones?
Al volver a Asturias, y algo de lírico tiene siempre el volver a la tierrina, llego convencido de que, ante tantas palabras y emociones no controladas, bueno sería que todo lo que se siente pueda ser pensado y lo pensado sentido. Ojalá también yo alcance ese equilibrio.
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